Desde pequeño Reinhard Heydrich quería ser químico, pero sus padres siempre habían soñado con convertirlo en músico. Fue un niño muy rubio (‘muy mono’ como dirían aquí en Medellín), amado por sus padres, hábil en el violín y en el piano, pero curiosamente poseía una voz chillona. Esto fue motivo para que en la escuela lo llamaran “la cabra”. En esa época cualquiera podía burlarse de él sin jugarse la vida. Nadie sabía que pronto sería conocido como “el verdugo”, “el carnicero”, “la bestia rubia” y el que le dio el mismo Adolf Hitler: “El hombre con corazón de hierro”.
El tiempo pasa al igual que el agua bajo el puente y pronto se enrola en la marina, inspirado en las hazañas del legendario almirante von Luckner (amigo de la familia). En 1931 es alférez de navío de primera clase (oficial de marina), asimismo es novio de una joven aristócrata (Lina von Osten) y todo indicaba que le esperaba un futuro brillante. Pero sus constantes visitas a los burdeles y conquistas femeninas lo llevarán a sumergirse en el fango de la depresión. El 30 de abril (1931) es expulsado de la marina ignominiosamente.
No se queda de brazos cruzados y con la ayuda de su esposa logra tener un encuentro con Himmler (encargado de garantizar la seguridad de Hitler). Postula para dirigir el servicio de información que Himmler desea montar en el seno de su organización; en otras palabras, pretende crear un servicio de espionaje. Heydrich tendrá veinte minutos para sorprender a Himmler. Y así lo hace. Logra ser contratado por un sueldo de 1.800 marcos al mes (seis veces más del sueldo que recibía en la marina). Su tarea será saberlo todo de todo el mundo. Descubrirá que la información, la manipulación, la extorsión y el espionaje son sus drogas.
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¡Qué curioso! Nada diferente a nuestros días. Nada diferente a la práctica de algunos medios de comunicación que presentan una información engañosa, promovida intencionalmente para causar daño o con fines de lucro. Brindar información tiene un impacto significativo, ya que alcanza diferentes esferas sociales como la salud, la educación, la economía, entre otros. No solo es una simple actividad, sino que condiciona el pensamiento y accionar de las personas. Por eso, observamos una generación tiktokera e instagramer que no posee una identidad clara, pero se les considera líderes de opinión. Hablar de los medios de comunicación es referirse al poder, ya que su alcance le ha dado forma a la sociedad.
Bien lo decía Lyotard en su libro “La condición postmoderna: informe sobre el saber” (1979), antiguamente las naciones se han peleado por dominar territorios, materias primas y mano de obra barata, es probable que se peleen para dominar las informaciones.
Muchos creyeron que Heydrich sería el sucesor de Hitler, pero murió en un atentado (Operación Antropoide) el 4 de junio de 1942 en el hospital de Praga. “La cabra”, así quisiera llamarlo en esta columna, fue el hombre más despiadado e inclemente a la hora de actuar, pero pocos hablan sobre su capacidad de filtrar cualquier medio y fuente de información en beneficio de su amo y de sus pretensiones. Hoy por hoy existen innumerables “periodistas” que no son sino militantes de la desinformación. ¿Qué tan ingenuo se tiene que ser para seguir confiando en los medios de comunicación que no son sino máquinas de mentir?
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Escritor y profesor