En la época moderna, con estilos como el automatismo de Jackson Pollock, la geometría de Vasili Kandinsky o las deformaciones de Pablo Picasso, muchos se siguen preguntando qué es arte y qué no. De hecho, en los últimos años se ha reforzado la idea de poner en duda muchas obras que dicen serlo, sobre todo con el nacimiento del término hamparte (sí, el hampa del arte) que se refiere al alto valor económico de una obra que para nada es justificable.
Sin embargo, es importante dividir el mundo artístico en dos: el concepto y el comercio. Respecto a lo comercial, hay libertad para lanzar una creación propia y que sea el mercado quien cotice la obra. Es verdad que las razones pueden ser variadas, desde valorizarla porque es polémica y cumple fetiches de unos hasta porque se le da la gana de comprarla a otros. El punto es que nadie está obligado a comprar si así no lo quiere.
Respecto al concepto, la valoración que uno le pueda dar a una obra de arte no se limita al mercado, ni al colectivo, sino que incluye una perspectiva intrínsecamente personal. Por ende, es un terreno violento, el arte como concepto es el paralelismo donde las almas lloran, ríen y juegan en un mismo lugar. Como bien dicen el arte consuela al perturbado y perturba al cómodo.
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Lo que la política y la religión no han podido lograr, justamente con esa incomodidad, el arte lo ha podido hacer. Una canción, un poema, una fotografía, una pintura, incluso una película, puede trasladar un mensaje con mayor efectividad que cualquier discurso o sermón dominical.
Justamente se da porque somos seres con los sentidos expuestos. Es más, nuestras aferencias sensitivas, las neuronas que se encargan de enviar la información que recopilamos de nuestros sentidos, están todo el tiempo bombardeándonos. Es así que el artista puede lograr sensibilizar y ejercer el gran trabajo de que en nuestra sociedad el amor no se enfríe, de que como sociedad no aceptemos lo moralmente incorrecto.
Es verdad que, cuando hablamos de emocionalidad, se puede llegar a manipular a las masas, pero el arte también debe llevarnos al debate, hacer de ese terreno hostil, una oportunidad para hablar de temas sin ser políticamente correctos, pero con las armas de la virtud, dar luz en medio de tinieblas.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad.
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Reportera gráfica e ilustradora