Cultura

Somos libres | Opinión

La libertad es estar a salvo de toda coerción, pero también de todo mal e incertidumbre. Es cumplir con los proyectos personales y ser feliz sin permiso de la Policía (Martín Adán). La libertad es elegir y, mientras más opciones existan, más se ensancha, ¿es así realmente, Friedman? Que no es tan libre quien entra a un supermercado con unas monedas que quien entra con una gold card. La libertad es planear la vida sin someterse a las tormentas inesperadas que todo lo cambian, es entrar en escenarios que ya se pensaron.

Es ganar por mérito sin que el apadrinado con mejor respaldo se la lleve, es que te jueguen limpio. La libertad es prodigarse en la franqueza sin crisparse por las consecuencias, es expresarse sin castigo, reírse sin decoro, no calibrar el humor, no tener que pedir, no vivir en el débito. Es vislumbrar el futuro inicialmente deseado sin, finalmente, recalar en un puerto olvidado. La libertad es no enfermarse y, si no se puede eludir, tener la cura tras las puertas de un hospital; es no helarse por miedo. No es lo mismo la libertad para quien nace en cuna de oro que para quien tiene que batallar sin padrinos.

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La libertad es emplearse y producir, nutrirse, educarse sin las restricciones que producen vivir al día o vérselas para, igual, vivir al día. La libertad es que el poderoso no te humille, que tu fe no se condicione por la necesidad, que las horas no se consuman tras el calor de una máquina; es vivir espontáneo, genuino, sin máscaras.

La libertad sin seguridad no es libertad, es el guardia que encañona a quien te encañona; la libertad es que no temas firmar, contratar o enlodarte en una sociedad que te engrilleta al primer desliz y regularmente “para siempre”. Es no ocupar un penal sin flagrancia y con la presunción por un hilo en esta sociedad punitiva. La libertad es encajar, no ser discriminado, vivir sin culpa, exonerarse sin ruego, negarse sin costo.

Si se asume que la libertad real no es la libertad en abstracto, concluimos que ella no nos ha sido dada, que se tiene que ir por ella. Es verdad que el pobre debe bregar y progresar, pero lo es también que el destino (como en virtú e fortuna, de Maquiavelo) favorece más a los que tuvieron el bebedero y la suerte, que a los que solo corresponde la lucha y el infortunio. Así, no es que “somos libres”, seámoslo al fin de la batalla, la libertad es un objeto por conquistar… aunque para unos lo es más que para otros.

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