Muchos no han escuchado de Isaiah Berlin y menos de su concepto sobre la libertad negativa, porque el hombre debe ser puesto a salvo de toda coerción exterior. Berlin cuadraba el concepto con la diversidad antitotalitaria que interpretamos de su extraordinario ensayo El zorro y el erizo. El título fue tomado de una fábula de Arquíloco, mientras que el zorro sabe de muchas cosas y es plural y diverso, el erizo sabe una sola cosa y una sola cosa le basta. El ideal libertario es individualista y respeta todo proyecto de vida, mientras que el totalitario tiene la respuesta única para todo: la verdad oficial, la felicidad oficial, la memoria oficial. El individuo pasa a ser parte del proyecto que el Estado y la teoría oficial trazan para él.
Los críticos de la libertad señalan que esta no existe, que su validez sirve a un propósito colectivo. En el derecho lo llamamos “participación”. La filosofía de la segunda mitad del siglo XX trató de negar el concepto de libertad individual, tornándolo en quimera a través del criticismo de la Escuela de Frankfurt. Todos han escuchado de la opresión de la sociedad industrial; Marcuse se refería al hombre unidimensional, infeliz, reprimido y, por tanto, nunca libre.
Teodoro Adorno cubrió otro flanco: el de la crítica a los medios. De allí la devastadora concepción de la televisión como un instrumento de dominación y embrutecimiento. Así que hay que irse con cuidado cuando tratan de trizar los contenidos, buscan ajustar tu libertad de elegir con la felicidad oficial porque lo que ves ahora en tu streaming de la ´agenda´ es lo que te manipula y te idiotiza a través del mensaje subliminal sobre la supuesta perversidad del capitalismo.
Con Marcuse y Adorno, Erich Fromm introdujo nuevas armas contra la desdichada sociedad industrial. Desde el psicoanálisis mediría la libertad en función de la felicidad. Así la sociedad industrial opresiva no es feliz porque prefiere la producción al goce, es una sociedad deshumanizada. Según Fromm, es una sociedad llamada a la fusión interpersonal. En El arte de amar, el individualismo se quiebra porque no podemos ser uno; pero en El miedo a la libertad, mientras más libre se sea, más rige la soledad y la soledad es abismo y vastedad.
El neomarxista toma los nudos existenciales para “destruir” los cimientos de la libertad. Sin embargo, cae en el juego totalitario del erizo de Berlin, asumiendo como Freud una sola forma de explicar la felicidad, cuando esta no depende de la estructura económica, sino del proyecto de vida de cada cual, de esa autoconstrucción personal cotidiana que nos permite elegir cómo vestirnos, cómo realizarnos, a quién amar y cómo desarrollar nuestra vida.
Thomas Jefferson lo dice todo sin gastar páginas en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos: el derecho a la búsqueda de la felicidad, no a la felicidad; una tarea libertaria, individual, moral y tan íntima como insobornable que no existe filósofo que pueda interpretar, y menos dictaminar como han de ser felices las personas.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad.
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Abogado y escritor