Economía

Peajes o sentido común | Opinión

Tumbarnos los peajes es un disparate histórico.

Durante la revolución industrial en Inglaterra se vio la necesidad de ampliar y mejorar la red vial con la que contaban, pues de pronto había mayor demanda por transporte de materiales.  Así que en el parlamento aprobaron la legislación necesaria para que las carreteras puedan ser entregadas en concesión a empresas privadas, llamadas turnpike trusts.  Éstas asumían una serie de compromisos y tenían el derecho de cobrar peaje a los que utilizaban la vía entregada en concesión.

Si bien luego hubo una serie de abusos que llevaron a reclamos, que a su vez llevaron a que el parlamento británico implementara una serie de restricciones a las turnpike trusts, la lógica de este modelo sigue siendo bastante sólida.

Primero, conviene a un país preocuparse por construir y mantener una red vial que conecte a todo el territorio.  Así el comercio es menos costoso, por ejemplo.

Segundo, estas vías no van a aparecer espontáneamente.  El Estado tiene que preocuparse de que se construyan y de que exista un sistema para financiar e implementar su mantenimiento.

Tercero, es injusto que el Estado lo pague con dinero de los impuestos de todos los ciudadanos, si no todos se benefician de su uso directamente.  Es más, es fácil identificar a los que la están usando: ¡Son los que están en un vehículo que está transitando por esa misma vía en ese mismo momento!

En el Perú los que tenemos más de 40 años recordamos cómo eran las carreteras antes de que se cambiara el sistema.  Cuando se trataba de una operación que mantenía vías con dinero del gobierno central, teníamos carreteras deplorables llenas de baches que hacían que un coche baile lambada mientras te viajaba de una capital de departamento a otra.

Dormir en un coche que iba de Piura a Trujillo era sencillamente imposible o una hazaña digna de ser registrada para generaciones futuras.  Hoy en día uno se puede subir a un bus en Lima y despertar en Arequipa sin mayor sorpresa.  Así es cuando las carreteras existen, están pavimentadas y están mantenidas.

Nadie dice que el sistema de los peajes no crea un contexto en el cual empresas se puedan aprovechar del monopolio natural que se les ha cedido.  No obstante, este monopolio está bastante regulado y está bajo el escrutinio constante.  Se puede hacer ajustes al modelo.  No obstante, patear el tablero de los peajes pone mucho en peligro.

Hubo un tiempo en el que nadie confiaba en el Perú.  En el que el Estado en sus distintos niveles tenía la capacidad de cambiar las reglas del juego constantemente.  Como consecuencia de eso, nadie confiaba en el Perú y atraía muy pocas inversiones del extranjero.  Salir de ese hoyo nos tomó más de una década, pero lo logramos.  Nos convertimos en el milagro de la región.  Incrementamos el crecimiento potencial y redujimos la pobreza y la desigualdad.

Entonces, tumbarnos los peajes, como piden algunos de los iluminados de nuestra fauna política, es un disparate histórico.  Haría más injusto el sistema, porque haría que el mantenimiento de las pistas lo paguen todos, no los que lo deberían pagar.  Además, de que perjudica la imagen del Perú para las inversiones.  Ni qué decir del juicio millonario que nos metería la empresa concesionaria por nosotros incumplir el contrato. ¿O es que la autoridad local que pretende desconocer el contrato le pagará a la concesionaria por todo lo que invirtió y que está recuperando de a pocos con el peaje? Que lo haga, pero con su plata.  La mía prefiero que vaya a servicios que me benefician a mí directamente o para apoyar a conciudadanos que están en problemas y necesitan ayuda.

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