El Congreso es la institución política de representación ciudadana por excelencia y los congresistas, quienes representan al pueblo son los que hacen la política posible, actuando de acuerdo con la voluntad de sus representados. O en teoría, es así como debería ser.
Sin embargo, en el Perú, el Congreso en los últimos años es constantemente criticado y suele percibir una baja aprobación. Algunos consideran que el origen de este problema son los electores, quienes no votan responsablemente, permitiendo la llegada de individuos que no los representen, pero la cuestión va más allá de las elecciones individuales.
Es necesario preguntarse si el sistema electoral influye en el comportamiento de la ciudadanía y sus representantes en el parlamento. Un primer aspecto para tener en cuenta es que la elección de los representantes en el parlamento se realiza en 27 distritos electorales según lo establecido por la Ley Orgánica de Elecciones, de 1997.
Por otro lado, la población del Perú superó los 33 millones de personas y entre todos estos peruanos se deben escoger a 130 congresistas para manifestar la voluntad popular. De forma tal que un solo congresista representa, aproximadamente, a más de 260 mil peruanos. Dejándonos claro que los distritos electorales son demasiado grandes dentro de la demanda de representatividad.
Esta es una de las causas del bajo control ciudadano hacia el congreso, imposibilitando una efectiva conexión y creación de espacios de retroalimentación con los representados. Lo que genera una falsa sensación autonomía en los parlamentarios, que se desligan de su labor política y únicamente se concentran en la satisfacción de intereses particulares.
Además, el tipo de elección para el congreso es plurinominal; es decir, que se puede elegir a más de un representante en cada distrito electoral. Lo que también configura el tipo de postulación, pues los candidatos se presentan en listas para poder disputar el total de escaños en un distrito.
Estas características tienen consecuencias que pueden ser imprevistas. Al existir más de un cargo por distrito electoral, disminuyen los incentivos para competir con una buena oferta electoral, teniendo como efecto que las listas se despreocupen por presentar candidaturas de calidad.
Asimismo, las listas electorales hacen que las candidaturas se fundamenten en la designación de una cabeza de lista atractiva, un líder carismático. Su consecuencia son candidaturas de arrastre, personalidades carentes de sustento popular.
Esta es la realidad del Congreso peruano, una institución que se ve manchada por el mal proceder algunos representantes que, probablemente, sean congresistas gracias a los desperfectos del sistema electoral y no porque de verdad sea un representante del pueblo.
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