Extraído de SFL opinión. Nos encontramos en un momento en la historia donde se habla, se reclama y se milita por algo llamado igualdad. El mensaje ha sido interiorizado de manera tan profunda por la población que, sin importar la posición política que se tenga, se usa la palabra igualdad dentro del debate político.
Según la RAE, es la equivalencia de dos cantidades o expresiones. Ahora bien, ¿por qué estar a favor de la igualdad material es estar a favor de una tiranía?
Salvo la igualdad ante la ley, principio que establece que el Estado debe tratarnos a todos por igual, aplicando las mismas reglas sin discriminar entre las personas; buscar cualquier otra forma de igualdad irá en contra de nuestra libertad. Esto debido a que mientras el Estado garantice nuestra libertad, siempre existirá desigualdad. Y la única manera de conseguir la igualdad es reprimiendo y limitando libertades.
Utilicemos los ejemplos de Arturo Pomar, Kim Ung-Yong, Yehudi Menuhin, Shirley Temple y Laurent Simons. Fueron niños que destacaron en ámbitos como los de la música, medicina, física, ciencia e ingeniería. Todos ellos nacieron con talentos que los hicieron resaltar sobre el resto.
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¿Acaso para conseguir una igualdad de oportunidades, como precisa la igualdad material, tendríamos que limitar las capacidades con las que nacieron estos niños para igualarlas con los que no nacieron con dichos talentos?
Es claro que estos, al tener dichas habilidades, tienen un mercado laboral mucho más amplio que aquellos que no cuentan con ellas. Es claro también, que el talento no lo es todo, ya que también existen habilidades que se pueden formar a partir de la iniciativa personal, como la perseverancia, estudio, proactividad, etc.
Estas, además, son habilidades necesarias para destacar, pero, ¿acaso todas las personas cuentan con esas habilidades?, ¿tendríamos que limitar a los que deciden voluntariamente estudiar más, para igualar las oportunidades de quien prefiere no hacerlo?
Evidentemente no, porque en libertad unos destacarán más que otros y eso está bien. La desigualdad es natural y no debe ser vista con malos ojos. Lo que los igualitaristas pretenden es quitarles a unos para dárselo a otros.
Axel Kaiser habla al respecto en su libro La tiranía de la igualdad, diciendo: El problema no es la desigualdad sino de falta de recursos y eso se arregla con economía libre y creación de riqueza, no con su distribución ni confiscación masiva.
Casos como los de Venezuela, Cuba, Nicaragua y la fallida Unión Soviética son pruebas claras de que la ideología igualitarista es un fracaso, países donde las personas en lo único que eran iguales era en la pobreza.
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