Política

Los dueños del Perú | Opinión

Existen dos términos antagónicos: república y patrimonialismo. Un ejemplo es suficiente. El patrimonialismo es el uso del poder para el interés propio o de argolla, “el Estado es mío y de mis amigos”, que es “el Estado soy yo” de Luis XIV. Antes era el caudillo disputando la presidencia en el campo de batalla por “heredad”, hoy es el político y su válido malinterpretando los conceptos.

En el patrimonialismo rige el interés del político, la disposición del Estado como cosa propia. Una consecuencia es el predominio de los caudillos sobre el derecho. Si lo que dice el derecho no conviene a los fines propios, se le deforma, cada régimen recluta sus propios juristas.

El patrimonialismo “es la cosa pública reconvertida y dirigida a la noción de lo propio”, en la perspectiva de Nathan Quimpo. La república ideal es sustituida por la lógica del patrón que no distingue entre los asuntos personales y los públicos. Se rompe la lógica de Weber, se difumina el principio de legitimidad, se interpreta mañosamente la ley para disolver el Congreso, para perpetrar golpes de Estado y capturar la institucionalidad. El patrimonialismo es la simiente de la corrupción histórica que narra bien Alfonso Quiroz en Historia de la corrupción en el Perú.

⚫ TE PUEDE INTERESAR: Perú e Israel entran a un bar

¿Qué en el Perú hubo república liberal? No la hubo, no la hay, hay que fundarla. La independencia fue solo separación de España, pero no fue revolución liberal.

Durante el gobierno de Simón Bolívar (1824-1826), se estableció en el Perú un sistema político y administrativo centralizado y autoritario, El «bolivarianismo» fue la base de una cultura sumisa, con gentes dispuestas a halagar al poderoso, a creer sus mentiras, pocas veces a desafiarlo. No hay diferencia entre Velasco y Leguía en la concepción del dominio arbitrario y la fragilidad del derecho. Leguía como Velasco controlaban el más mínimo detalle, ellos por encima de todo.

La primera Constitución (la liberal de 1823) se puso en suspenso para dar a Bolívar poderes bonapartistas. Se creó para él una constitución vitalicia, que fue muy corta.  Echenique y Castilla fueron el uso de los recursos a favor de terceros. Gamarra se autoproclamó «Protector del Perú», pero vino también el acaparamiento de la bolsa estatal para sus allegados.  Vivanco fue la misma historia al igual que con Prado. El civilismo rigió en el albor del siglo XX y lo que habría de seguir tras los caudillos es una seguidilla de revoluciones y golpes cuya manifestación era la nueva Constitución, siempre utilitaria al poder. Una y otra vez el Perú prostituía los términos. El siglo XXI logró una hegemonía que sistematizó el acomodo del derecho, tanto que el destructor del Estado pasó a ser su víctima y la justicia se tornó en un arma arrojadiza contra el orden y la legalidad. Los tiempos actuales, con Castillo y sus cómplices saqueando al entrar o con quienes conciben las instituciones como anexos de sus casas, nos muestran que el patrimonialismo envejece hasta convertirse en caricatura y desfachatez.

📢 En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad. 👉 Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8

 

Deja un comentario

Your email address will not be published.

You may also like