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Mucha plata, poca calle: el eterno problema de la caviarada

En enero de este año el Committee to Unleash Prosperity Staff hizo público su más reciente encuesta “Them vs. U.S.” en la que demostraban cómo las personas de la clase elitista y más privilegiada de Estados Unidos piensan y sienten totalmente distinto a los ciudadanos norteamericanos comunes. Llama poderosamente la atención el nivel de desinformación de estas élites “sobre educadas” en las más prestigiosas universidades del país norteamericano.

La referida encuesta se aplicó a 1.000 personas con al menos un título de posgrado, con ingresos de más de 150.000 dólares al año y que viven en ciudades o cerca de ellas (aproximadamente el uno por ciento de la población estadounidense). Dentro de estos seleccionados se diferenció dos grupos: “los jóvenes élites” que cumplían los requisitos mínimos de la encuesta, y los “súper Élites”, que además habían asistido a universidades Ivy League como Stanford o Harvard; las cuales resultaron ser personas aún más excéntricas y desinformadas que viven en una realidad alternativa dominada por el miedo y el odio.

Los resultados de la encuesta son alarmantes. Estas élites señalaron que están de acuerdo con la catastrófica administración de Joe Biden, así como con el aumento de los impuestos y la racionalización del consumo de gas, carne y electricidad; pero sobre todo con que los americanos gozan de mucha libertad. ¿Acaso no es el mismo discurso de los países socialistas que condenan el sistema político y económico de Estados Unidos?

Es irónico ver cómo los miembros de la élite económica e intelectual americana se disparan a los pies. Si es que no existiera el libre mercado ni las políticas capitalistas ellos no podrían comprar sus huevos de gallinas felices criadas en granjas cruelty free o sus carros Tesla ahorradores de energía; y es que estas sobreprotegidas élites beneficiadas de las políticas de derecha son las que más reniegan de ella. Lamentarán mucho cuando cumplan su cometido porque bien dice el dicho: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

Esto nos puede resultar esclarecedor para describir ciertos fenómenos locales.  La caviarada peruana es la viva representación de cómo las políticas izquierdo progresistas están enquistadas en las clases económicas altas. Han sido “educados” en universidades privadas donde sus profesores progres les hacen leer a autores socialistas y comunistas de manual. Son los mismos que viven en los distritos más caros de Lima, los que tuitean desde su iPhone 15 Pro Max sobre una realidad nacional que no conocen y sobre cómo es necesario subir los impuestos a los ricos para que haya mejor justicia distributiva en el país.

¿Cómo es que Juntos por el Perú y el Partido Morado obtuvieron casi el 18% de votos en Miraflores, Surco y San Borja las elecciones pasadas? ¿Acaso no son de los partidos que propusieron aumentar los impuestos y reducir la inversión extranjera con sus propuestas utópicas? Ellos dirán que preferirían luchar contra el hambre y contra todas las consecuencias de un país socialista, pero dignamente diciendo “Fujimori nunca más”.

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Tal como lo señala Steven W. Mosher en su último artículo, estos snobs (o caviares para el caso peruano) no solo difieren en cuanto a las opiniones del groso del país, sino que creen que también pueden controlar al resto con sus diplomas de desarrollo sostenible y de estudios de género.

¿De qué sirve tener educación con lenguaje inclusive si es que los impuestos no dejan comer o no hay empleo? Hace falta que toda la caviarada trate de vivir con el sueldo de un peruano promedio y renuncie a lo que su familia ya alcanzó gracias a las libertades que la Constitución le viene garantizando desde 1993.

Si muchos progres jóvenes dejarán de lado su privilegiada situación económica, quizás podrían experimentar las condiciones que favorecen la relación entre esfuerzo y bienestar económico. Ellos no lo saben porque nunca les faltó nada. Todo se lo dieron gratuitamente y no necesitaron ganárselo por sus propios méritos.

Hoy son muchos los peruanos que mejoran su condición económica año a año desde que entendimos que la economía libre es vital para el verdadero progreso y que no es necesario doblegarse a una agenda globalista para conseguir un pseudo progreso.

¿Qué país con políticas izquierdo-progresistas está “progresando”? NINGUNO, pero estos progres te argumentarán que no tienen resultados buenos porque están aplicando el sistema socialista de forma incorrecta. Nunca admitirán que el problema es la receta y no el chef.

Es muy fácil luchar contra “la opresión de la derecha” desde el cómodo sillón de un departamento con vista al Malecón Balta. Sería interesante que se eduquen sobre lo que realmente piensa el peruano promedio sobre Verónika Mendoza y Julio Guzmán. Quizás algunos de ellos entiendan que para el que tiene que ganarse el pan cotidiano los verdaderos opresores son los progresistas que no los dejan trabajar en paz.

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