Política

Sobre escraches, “jarabe democrático” y terruqueo | Opinión

En octubre del 2010, la lideresa del partido español Unión, Progreso y Democracia, Rosa Díez, dio una conferencia en la Universidad Complutense de Madrid. El conversatorio es recordado por haber sido interrumpido por un grupo de estudiantes y profesores de izquierda radical encabezados por Pablo Iglesias, entonces profesor de dicho centro de estudios. La conferencia fue interrumpida por un escrache, esto es, un acto de repudio consistente en abucheos e insultos.

Pablo Iglesias, posteriormente fundador y líder de Podemos, y como tal, aliado peninsular de la izquierda representada por Nuevo Perú, entonces consideraba al escrache el jarabe democrático de los de abajo. Esto cambió años después, más o menos cuando, ya como líder y referente político de la izquierda marxista iberoamericana, abandonó el barrio obrero de Vallecas y se trasladó a la exclusiva zona de Galapagar. Ya como “marqués de Galapagar”, Iglesias denunció los escraches realizados afuera de su residencia.

Evidentemente, decir que un escrache es jarabe democrático no es más que pura demagogia. Se trata de actos de hostilidad, y hasta de amedrentamiento, en los que no cabe diálogo alguno. La indignación puede ser justificada o no, pero el escrache trasciende la mera protesta, al consistir en manifestaciones de intolerancia llevadas a cabo por grupos de agitadores, de izquierda o de derecha, generalmente radicalizados. 

En el Perú han aparecido algunos colectivos de derecha radical que aplican aquel jarabe democrático del que hablaba Pablo Iglesias. Lo hacen contra periodistas y políticos usualmente funcionales a la izquierda promotora de los recientes disturbios. Estos periodistas y políticos, se entiende, llaman extremistas y radicales a estos colectivos. Lo interesante es que no hablen de extremistas ni de radicales cuando se trata de disturbios que exigen la liberación del golpista Castillo, el cierre inconstitucional del Congreso y una asamblea constituyente que refunde al país.

Para esta clase de políticos y periodistas, que los hay tanto en América como en Europa, el único radicalismo y extremismo está en la derecha, ya sea en los colectivos verdaderamente radicalizados o en los partidos democráticos frontales con la extrema izquierda. Por ejemplo, en España Vox es considerado extrema derecha precisamente por la izquierda radical. Y como acá, que repiten todo, dirigentes de ese partido se reunieron con miembros de Avanza País, Renovación Popular y Fuerza Popular, entonces toda la derecha peruana es extremista, al mismo nivel que colectivos como La Resistencia, Los Combatientes o Los Insurgentes.

Los promotores de este discurso, que no es más que eso, ahora están dando un paso más allá. Dicen que los colectivos de derecha son terroristas y que la Dirección contra el Terrorismo (DIRCOTE) es su aliado. Esto es lo que sugiere el influencer político Marco Sifuentes, quien reniega de que el general Oscar Arriola, ex jefe de la DIRCOTE, no haya procedido contra los colectivos de derecha, concluyendo que en general la policía protege a estos extremistas. Es curioso que uno de los personajes más adversos al llamado terruqueo hable de terrorismo tan a la ligera. Más aún teniendo en cuenta que no tacha ni de radical ni de extremista a la izquierda que promueve disturbios con el fin de tumbarse al gobierno.

¿Fue terrorista que La Resistencia hiciera un escrache en la presentación del libro de Sagasti? ¿La DIRCOTE debería intervenir a los colectivos que hicieron chongo afuera del IDL? ¿Sus líderes deberían estar encerrados en la Base Naval junto a Polay y Rincón Rincón? Lo más increíble es que los que promueven este discurso no hablan de extremismo cuando se trata de masas violentas azuzadas (así es, azuzadas) por la izquierda antidemocrática. Para ellos es terrorista que La Resistencia irrumpa en un evento de Amnistía Internacional, pero no que se ataquen comisarías, aeropuertos, sedes del poder judicial y demás instituciones públicas. Ahí se acaba el jarabe democrático… Hablar de terrorismo en esos casos es terruqueo, ¿o no?

No sorprende que Sifuentes declare que la DIRCOTE actúa más como una policía política que otra cosa, o que es la policía política del régimen. Le molesta que no investigue a los colectivos radicales de derecha, los cuales, por más antipáticos que puedan caer, no son terroristas. Le disgusta que se vincule a la tercera ‘Toma de Lima’, con la que simpatiza, con la izquierda radical que, efectivamente, la está promoviendo. Por eso minimiza a la camarada Vilma y a los remanentes de Sendero Luminoso y desprestigia a la DIRCOTE, diciendo que su existencia depende de que todo sea una conspiración, que sin paranoia no existen. Por eso este martes declaró: no dejen que la DIRCOTE, que juega en pared con la Pestilencia, y con ciertos periodistas, los atarante. Al respecto, habría que repetir, mutatis mutandis: no dejen que medios como La Encerrona, que juegan en pared con la izquierda radical, y con ciertos periodistas, los ataranten.

¡Honor y Gloria a la DIRCOTE! Cumple cuarenta años en una lucha que a algunos les disgusta: la lucha contra el terrorismo.

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