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Boloña, el liberal | Opinión

Fue un liberal y el responsable de las más importantes reformas del Estado en la década de los noventa. Carlos Boloña Behr, como ministro de Economía entre 1991 y 1993, aplicó los axiomas de la economía de mercado; esto es, darle libertad de acción al empresario privado, asfixiado hasta entonces por sucesivas políticas estatistas.

Sus opositores lo acusaron de debilitar a las organizaciones de los trabajadores. Nada más inexacto que eso. Fueron los propios trabajadores los que se desarticularon y, arrasados por la hiperinflación del primer gobierno de García, parasitaban el Estado que pagaba sus robos y lentitud en ministerios y otras instituciones públicas. Lo que hizo Boloña fue enfrentar el país con la realidad y aplicar la disciplina fiscal.

Pero decir que Boloña fue el responsable de esto último, también, puede ser otra inexactitud. Fueron las ideas liberales las que guiaron su proceder (esas que apostrofan, desde ciertos claustros académicos, los que quieren derribar, a la mala, el modelo).

Empero, como en toda vida pública, nada es perfecto. Y esa imperfección apareció en Boloña cuando, olvidando la economía (o, quizá, tratando de salvarla), se metió en la política para enderezar el bastón de bruja en que había devenido la tercera –y fallida– reelección de Fujimori. Participó de aquella confabulación para mantener un régimen en descomposición. Eso lo manchó.

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Lo que dejó Boloña como legado –y que continuaron sus sucesores– se puede apreciar hoy. Nuestra economía es capaz de absorber más de un millón de migrantes venezolanos y el sol, treinta años después, es una moneda fuerte que ha resistido los embates de las crisis políticas que hemos tenido. Claro, aún hay bolsones mercantilistas. Para disolverlos es necesario hacer lo que él reclamaba: ejecutar las reformas de segunda generación, las que implican la reforma del Poder Judicial.

Boloña publicó un libro, uno muy instructivo, Experiencias para una economía al servicio de la gente (2000), que reúne una serie de artículos periodísticos aparecidos en diferentes medios de la capital, especialmente en el diario Gestión. En él, con un lenguaje sencillo, sumamente pedagógico, acerca conceptos de difícil comprensión para el lector profano en la materia. Una empresa similar, la hizo antes su colega chileno Hernán Büchi en La transformación económica de Chile (1993), testimonio apasionante de un economista sobre las reformas que cambiaron el rumbo de su país.

Un economista liberal. El tiempo –y no las mezquindades del dogmatismo– lo pondrá en el buen sitial que le corresponde cuando ocurra el repaso histórico de esa parte controvertida de nuestra vida republicana.

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