Literatura

La muerte y la creación literaria | Opinión

Mi vida se configuró por completo tras la muerte de mi abuela. No pretendo rehuir a cualquier forma de sentimentalismo; de hecho, me encanta alterar la realidad a mi antojo y que todo lo que escribo sea patético. Bien decía George Moore, “ser sensiblero es tener éxito”.

Considerando lo anterior, se entiende, si repasamos la historia en el campo de la Literatura, la impopularidad de Francisco de Quevedo, ya que no permitió que ni su vida ni su obra se manchen de ternura. Caso contrario sucede con Homero, autor de la Ilíada, quien relata una de las escenas más singulares y conmovedoras: Príamo suplica a Aquiles que le devuelva el cadáver de su hijo. Entra a su tienda, se postra, abraza sus rodillas y besa sus manos terribles y homicidas. Ambos, entregados al recuerdo, lloran los estragos de la muerte. Pero, ¿qué es la muerte?, ¿cómo tratar con ella?

La creación literaria se ha encargado de abordar este tema en todas sus dimensiones, debido a la angustia e insondable curiosidad del hombre por el fin de la vida. Sin embargo, hay un absoluto que se debe resaltar: la Literatura, por su naturaleza, sólo ofrece una ficción de la muerte, no una respuesta. En otras palabras, no importa la cultura, la época y el autor, todos la enriquecen con la ficción literaria.

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El tratamiento es diverso; por ejemplo, tras la muerte de su esposa Emma (1912), el escritor Thomas Hardy escribió “After a journey”. En el poema el autor se rehúsa a creer que ella ha muerto y describe el espíritu de Emma como real; de esa manera enfrentó la pérdida. También está el caso de Julio Cortázar quien contó en una entrevista que la primera revelación de la muerte fue cuando su mamá dudó de la autoría de uno de sus poemas, ya que pensó que los había copiado (“fue un dolor de niño, un dolor infinito y terrible”).

Por otro lado, está el poeta italiano, Cesare Pavese, luego de un aparatoso desengaño descubrió que todo era relativo, precario y miserable. Un día antes de su muerte escribió lo siguiente: “Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”. Pero bien sabemos de sus versos premonitorios/estremecedores: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos -esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio absurdo- “. Así las cosas, entre el autor y la muerte.

Mi abuela se fue un 20 de agosto de 2016. Su corazón dejó de latir a las cuatro de la mañana. Cuando nos referimos a ella la tristeza se derrama de nuestros ojos, porque la muerte le llegó en su versión más sorprendente. No llegué a su entierro, ni lloré en el velorio. Lo hice mucho después. A solas. Como un niño, como varias veces me vio llorar. Demoré mucho tiempo en hablar sobre su partida. Pero heme aquí, volviendo a escribir sobre ella y aquellas muertes que tenemos grabadas.

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