Las cartas de Gustave Flaubert las vi una sola vez, allá por los noventa, en la edición de Tusquets. Posteriormente, leí algunas de ellas en la edición de Madame Bovary de Alianza Editorial, pero la traducción de Consuelo Berges no me gustó nada. Esta edición se salva por la introducción de Vargas Llosa (que no es sino un capítulo de La orgía perpetua, el ensayo que le dedicó a Flaubert) y una pequeña selección de la correspondencia al final que informan de la vocación del escritor. En las cartas se puede leer que Flaubert podía demorar semanas para escoger la palabra adecuada que iba a quedar en su novela Madame Bovary. Toda una lección de rigurosidad y precisión. Pude leer extractos de las cartas de Flaubert directamente del idioma original, publicadas en el ensayo de Vargas Llosa, luego de aprender francés. Fue la prueba de fuego; esto, al mismo tiempo, fue un desquite porque años atrás cuando le pedí a una chica de San Marcos que me las tradujera (había estudiado en el Franco Peruano), me puso mala cara (le desagradaba Vargas Llosa).
Por su parte, el escritor peruano tiene publicada parte de su correspondencia repartida en algunos libros. Uno de ellos es La Libertad y la vida (2008). Otro es el libro de Julia Urquidi, su primera esposa, Lo que Varguitas no dijo (1983). Y gracias a la reciente publicación de Las cartas del Boom (2023) se pueden conocer otras.
El grueso más importante se encuentra en Princeton, y fueron estudiadas por dos críticos españoles, Ana Gallego y Ángel Esteban, para la publicación del libro De Gabo a Mario (2009).
TE PUEDE INTERESAR: Vargas Llosa y Arguedas vistos por una crítica
Aunque no se encuentra en la categoría epistolar, el monumental libro de Bioy Casares, Borges (2006) reproduce las conversaciones que tuvieron ambos escritores argentinos durante cuarenta años.
Es menester anotar que las cartas y las conversaciones (como los diálogos entre Borges y Sábato compaginados por Orlando Barone) permiten penetrar en el círculo de fuego del creador y conocer las dudas que lo asaltan en el proceso mismo de la escritura.
Así contamos con las cartas de Vargas Llosa a Abelardo Oquendo cuando estaba esbozando La ciudad y los perros, publicadas por la revista Quehacer. O las Cartas a un joven novelista (1997) que escribió para dar a conocer los secretos del escritor en el acto de creación de mundos ficticios.
La correspondencia que intercambió Víctor Hugo con una de sus amantes dan a conocer a una mujer que lo idolatraba. Sus cartas melifluas desbordan al lector.
Los diarios de Arguedas, intercalados en el texto de la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971) dan cuenta de un desgarramiento personal.
Todas estas cartas y diarios forman parte del hacer del escritor y explican, en parte, los motivos de su labor y el perfil oculto de sus personajes.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad. Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8
Comunicador social y crítico literario