Hobbes, en su icónica obra “El Leviatán”, describió la necesidad de la creación de un ente que sea capaz de aplicar la fuerza en aras de evitar el Estado de Caos en la sociedad, el cual es una condición marcada por la desconfianza, inseguridad, violencia y vulnerabilidad de los hombres; donde, ante la ausencia de regulaciones a las acciones humanas, estas últimas se verían desenfrenadas. Así, como respuesta al pavor ocasionado por el caos, es como nace el Estado moderno, el cual viene a ser un régimen autónomo, soberano y centralizado con leyes y derechos que tiene como objetivo mantener el orden y la seguridad en cada sociedad particular. Dicha creación, con una serie de reajustes en su estructura y funciones, se terminó por asentar en la gran mayoría de países con el devenir de los años. Sin embargo, en nuestra posmodernidad, los también conocidos como Estados-nación, se están viendo desplazados por una nueva creación: El Leviatán 2.0, o Leviatán Global.
Este nuevo Leviatán nace en un contexto donde la dicotomía entre lo nacional y lo extranjero se encuentra desapareciendo, gracias a causas materiales e ideológicas, y donde el poder político está sufriendo nuevas reconfiguraciones, debido al rol cada vez más predominante de las organizaciones internacionales, lo que ocasiona que la concepción clásica de Estado-nación ceda sus aspectos fundamentales —su autonomía y soberanía— al Leviatán Global, el cual será omnipotente, omnisciente y omnipresente. Es decir, por sobre los Estados-nación existirá un nuevo Estado, un Estado mundial, que funcionará como si se tratase de un Dios —para ser precisos, un Dios dictatorial—; puesto que, al componerse del financiamiento de “filántropos”, de agendas y estructuras políticas con un claro sesgo progresista, y de las nuevas tecnologías de la 4.ª Revolución Industrial; no habrá quién pueda hacerle frente ni exiliarse de él.
Es preciso añadir que esto no se trata de una “teoría de conspiración”, ni mucho menos de una idea extraída de la literatura de ciencia ficción, por el contrario, la construcción de este coloso estatal es un hecho palpable que ya se encuentra en proceso: Primero, la promoción de un mismo plan ideológico a la gran mayoría de países —Agenda 2030— sin importar que esta colisione con la visión e interés particular de cada territorio. Segundo, la intromisión de ONGs —financiadas por “filántropos” progresistas— en las decisiones de los Estados soberanos. Tercero, la presión de Organismos Internacionales —ONU, OMS, SIDH, etc.—, amparándose en la narrativa de los “neo derechos”, para que los Estados se sometan a sus decisiones totalmente arbitrarias. Cuarto, la difusión de narrativas que lleven a que los distintos Estados busquen eliminar sus aspectos nacionales con la finalidad de lograr la “inclusión multiculturalista”.
Todo esto, sumado a la aplicación paulatina de las nuevas tecnologías de información y vigilancia provenientes de la 4.ª Revolución Industrial en el funcionamiento de los Organismos Internacionales, dejan en claro que el proyecto Leviatán 2.0 ya está en marcha. Ahora bien, ¿es posible frenarlo? Sí, no obstante, se requiere de una acción constante; puesto que detrás de esta consigna existen grupos fácticos con un gran poder político y económico. En tal sentido, son los ciudadanos de los diferentes países los que deben exigir, empleando los mecanismos democráticos existentes, que sus gobiernos respondan a sus necesidades y no a los deseos de burócratas que desconocen la realidad y que se mueven por una nefasta agenda ideológica fundamentada en materialismo, relativismo moral, totalitarismo, alarmismo climático, feminismo, transhumanismo, entre otros ismos.
Presidente de Jóvenes Patriotas