Opinión

Europa, el nuevo dueño de las ONG progresistas

La reciente decisión de la Unión Europea de destinar miles de millones de euros a organizaciones no gubernamentales (ONG) para compensar los recortes de USAID ha reabierto el debate sobre el papel de Bruselas como actor global y la eficacia de la cooperación internacional. Mientras unos celebran esta medida como un impulso a los valores liberales y democráticos, otros han mostrado sus críticas, sobre todo desde Hungría y Eslovaquia, donde expresaron una firme oposición, calificándola de injerencista y desestabilizadora.

Según un artículo publicado por La Gaceta y escrito por Rebeca Crespo, desde la cancelación y desmantelamiento de varios programas de ayuda por parte de la administración de Donald Trump, se han reducido significativamente los apoyos, especialmente aquellos dirigidos a organizaciones que promovían una agenda política en distintos países. Ante esta situación, desde Bruselas se tomó la radical decisión de solventar sus gastos y financiar sus proyectos. Aunque la cifra aún no ha sido revelada, ya se generan indicios de un compromiso multimillonario que superaría los esfuerzos previos.

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Esto abre una interrogante: ¿Esta medida por parte de la Unión Europea es una acción filantrópica o esconde intereses geopolíticos e ideológicos, con el objetivo de ganar influencia en regiones donde China y Rusia ya expanden su presencia? La cooperación internacional nunca es ajena a los intereses políticos. Pero algo más importante aún: ¿cómo se seleccionará a las ONG beneficiarias? ¿Existirán mecanismos rigurosos para evaluar el impacto real de estos recursos?

Se ha revelado un informe según el cual estos fondos estarían destinados a difundir la agenda política de la Comisión Europea en los Estados miembros bajo el disfraz de “promover la democracia”. Esto generó el rechazo de dos países miembros, Eslovaquia y Hungría, quienes han sido despectivamente tachados de parias dentro de Europa por oponerse a medidas que consideran atentatorias contra su soberanía. En respuesta, estos gobiernos han promovido iniciativas para limitar la injerencia de ONG en procesos legislativos y políticos, registrándolas como lobbistas y alertando a su población sobre la posible intromisión extranjera en sus asuntos internos.

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Peor aún, esta medida revela una doble moral: la UE exige austeridad y reformas draconianas a los Estados miembros del sur de Europa, pero despilfarra recursos en programas sin garantías de transparencia. ¿Dónde está el escrutinio que sí se aplica a Grecia o España? Tal parece que, cuando se trata del bienestar de la población, a Bruselas no le importa eliminar subsidios; pero si es para promover una agenda progresista, no es necesaria la austeridad. Esto solo demuestra que la UE no actúa en interés del europeo promedio, sino en beneficio de sus lobbistas internacionales.

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