Para entender por qué el progresismo odia a la familia tenemos que remontarnos a las bases del socialismo marxista.
En el Manifiesto Comunista de 1848, Karl Marx señaló que en una sociedad comunista sería el Estado y no los padres quien se encargaría de la educación de los niños. Los comunistas, escribió “rescatarán la educación de la influencia de la clase dominante”, viendo así la creación del “Hombre Nuevo” como la prioridad y la familia, un obstáculo para ello.
Friedrich Engels, por su parte, coautor y amigo de Marx estaba en guerra con lo que llamó “la familia patriarcal”, que, según él, había introducido el concepto de propiedad privada individual, que los marxistas socialistas tanto odian.
La izquierda siempre ha tenido clarísimo el rol de la educación en la formación de sujetos sin pensamiento crítico, sin identidad y sin alma que puedan ser serviles a los intereses del Estado.
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En el siglo XX, este pensamiento comenzó a transformarse gracias a un grupo de académicos neocomunistas alemanes que conocemos como “la Escuela de Frankfurt”. Uno de sus exponentes, Hebert Marcuse sostenía que la revolución sexual era clave para destruir a la familia. Escribió:
“De esa forma, el cuerpo en su totalidad se convertiría en un objeto para ser disfrutado, un instrumento de placer. Este cambio en el valor y el alcance de las relaciones eróticas conduciría a una desintegración de las instituciones que han organizado las relaciones interpersonales privadas, en particular la familia monógama y patriarcal”.
Ahora, teniendo todo esto en cuenta, regresemos al presente y analicemos lo que las corrientes progresistas quieren imponernos:
La Educación Sexual Integral para lograr, justamente lo que dijo Marcuse: debilitar la identidad sexual humana, poniendo como objetivo máximo el placer individual sin ningún tipo de compromiso, sin responsabilidad afectiva (y mucho menos responsabilidad por otros, sea la pareja, un niño por nacer, etc) y sin mencionar en ningún momento la posibilidad de construir vínculos duraderos con otra persona para formar una familia.
Además, recordemos que los defensores de la ESI son enemigos de que los padres puedan tomar decisiones por sus hijos y, en ese sentido, de la patria potestad.
La legalización del aborto por si, producto de estas relaciones sexuales “libres y placenteras”, llegara a concebirse una nueva vida. Porque, en el mundo progre, reproducirse es una irresponsabilidad y es visto como un castigo o una piedra en el zapato o un obstáculo para que las mujeres logren sus objetivos. Por eso, de manera muy “empoderadora” instan a las mujeres a ¿asesinar a sus niños en el vientre? Perturbador.
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El movimiento de las minorías LGBT que demoniza la heterosexualidad y la reproducción humana y busca, esencialmente, deconstruir a los seres humanos en general para hacerles creer que son seres maleables, con identidades absolutamente flexibles y que su orientación sexual es la base de su personalidad.
El feminismo que ha hecho tanto daño a la mujer, a la sociedad y a la institución familiar, sacándola de su hogar y poniéndola a trabajar así como quería Marx. ¿Por qué? Por varios motivos, porque así paga impuestos y puede seguir alimentando el aparato estatal, porque así no se encarga de la educación de sus hijos y porque con el falso pretexto del éxito profesional las insta a abandonar cualquier deseo de maternidad hasta que sea demasiado tarde.
Entonces, hay 2 cosas que, revisando la historia, a mí me quedan clarísimas; primero, que el declive de Occidente no es posible sin la destrucción de la familia, porque la familia es la primera comunidad, el primer sistema de soporte y de amor incondicional que como seres humanos conocemos. La familia responde a lo más natural que existe que es el deseo de perpetuar la especie humana y vivir según los conocimientos de nuestros antepasados.
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Y segundo, que toda la absurdidad progresista que vemos hoy en día no apareció de la nada y mucho menos por arte de magia, sino que es producto de siglos de trabajo intelectual y adoctrinamiento educativo y académico. El progresismo es marxista porque ve a la institución familiar bajo la misma óptica obsoleta de “lucha de clases”.
Dicho esto, quiero invitarlos a poner en valor a sus familias y a la institución familiar en general. La familia no es un grupo de amigos ni una comunidad identitaria, la familia está construida de un matrimonio heterosexual e hijos (en gran medida) porque su finalidad es la reproducción y garantizar la continuidad de la especie. A todo lo demás, podemos ponerle otro nombre.

Directora ejecutiva de ILAD Media