Muchos suelen pensar que la política es lo más importante, sin embargo, lo que realmente es determinante y encamina al país hacia el bienestar (o a lo contrario) es lo cultural. La cultura parte de la visión que tiene el individuo sobre el mundo, las creencias que ha forjado (no solo en el plano espiritual, también en el material) y los juicios de valor que tiene sobre lo malo y lo bueno.
¿Por qué sentimos tanto asco de nuestros gobernantes y no sentimos lo mismo de todo lo que, como sociedad, estamos construyendo?
No deberíamos romantizar ciertos aspectos de la cultura que estamos desarrollando. Si bien hay aspectos culturales y artísticos interesantes que podemos admirar o disfrutar, hay mucho idealismo en la cultura del más vivo, del que quiere llegar e irse primero, el que siempre llega tarde y hace esperar al resto, el que piensa que sacándole la vuelta a las situaciones es el más astuto.
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Hemos construido como país un sistema bastante nauseabundo que termina como reflejo en el ambiente político, artístico e incluso en la educación.
Siempre se parte de la idea que la sociedad cambia cuando el colectivo decide accionar, pues es mentira. La sociedad comienza a cambiar cuando los individuos, haciendo uso de su propia voluntad, han decidido por el bien, por lo justo y por la bondad en sus acciones.
Las calles sucias y mal olientes, la inseguridad en el país, el nivel educativo y el bajo nivel de debate, incluso en las calles, nos debe doler. Es un sufrimiento que vivimos día a día, un parásito que se ha instalado en la mente de los peruanos de que esto es el Perú, pero es mentira; nos han acorralado con vergüenza, con odio, con injusticia, con robo y con mediocridad.
Nuestro país es más que eso, nos debemos esforzar en que se haga realidad.
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Reportera gráfica e ilustradora