¿Te acuerdas de Augustus Gloop? El niño gordito en “Charlie y la fábrica de chocolate”. Pues en la nueva edición del libro, ya no será descrito como “gordo” sino como “enorme”. Los Oompa Loompas, también, ya no serán “hombres pequeños” sino “personas pequeñas” para mostrar un lenguaje neutro en términos de género. Esta polémica forma de adaptación no solo afecta a la literatura infantil.
Además de los cuentos de Roald Dahl, las novelas de Ian Fleming y Agatha Christie están siendo modificadas en nombre de la corrección política. Detrás de estos cambios se encuentran los llamados “lectores sensibles”, un tipo particular de editores cuyo trabajo consiste en revisar los textos en busca de contenido potencialmente ofensivo.
Si bien por ahora este trabajo solo se concentra en los países de habla inglesa, vale la pena preguntarnos hasta qué punto es compatible con la libertad de los escritores y lectores. Primero, respecto a los escritores, ¿constituye un acto de censura, tal como indicó Salman Rushdie en relación con las modificaciones de la obra de Dahl?
Pienso que aquí habría que hacer una distinción entre autores clásicos y contemporáneos.
En el caso de los clásicos, suprimir ciertos pasajes de sus obras o realizar una reescritura mayor sin que ellos puedan dar su consentimiento es problemático desde el punto de vista de quienes defendemos la libertad individual. Sin embargo, mientras sigan circulando en el mercado las ediciones con el contenido original, no podemos hablar de una censura propiamente dicha. Es precisamente esta competencia la que debemos preservar, pues ella nos permitirá saber si la mayoría de los lectores prefiere las ediciones originales o las modificadas.
Ahora bien, algunos escritores contemporáneos solicitan voluntariamente la opinión de los lectores sensibles, porque la consideran útil para su proceso de redacción. En estos casos, lo que habría que preservar es que la última palabra corresponda siempre a los autores. Los lectores sensibles pueden sugerir, mas no imponer, pues el texto no es de su propiedad.
Segundo, respecto a los lectores, ellos ejercerán su libertad como consumidores en el mercado literario y valorarán las ediciones modificadas en comparación con las originales. En el futuro conoceremos el resultado de este cúmulo de valoraciones. Personalmente, considero que las modificaciones reducen la riqueza de los textos originales.
Aquí te doy un ejemplo:
Recuerdas al detective Hércules Poirot, ¿verdad? El famoso detective belga creado por Agatha Christie. Pues bien, la primera novela en la que él aparece se titula El misterioso caso de Styles. En la cual, Agatha Christie nos describe un personaje, la señora Raikes, como una joven de belleza gitana. Tras la eliminación de las referencias étnicas, ella aparece solo como una joven, lo cual no hace justicia al retrato más completo que la autora originalmente presentó. Esta supresión de características también ocurre en Muerte en el Nilo, así como en varias de las obras de Ian Fleming que han sido objeto de modificación.
Y no solo afecta a las características físicas, sino también a otros rasgos como el acento y el temperamento de algunos personajes. Estas ediciones, por lo tanto, no tendrán mucho éxito entre aquellos lectores que, en nombre de la belleza del lenguaje, elegimos intencionalmente enfrentarnos a un texto políticamente incorrecto.
Algunos aún queremos ver un mundo con luces y sombras, en la ficción como en la realidad.
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