Cultura

El género y la falsa realidad | Opinión

Somos sexos, no géneros; somos biológicamente configurados y no caprichosamente determinados al gusto.

El positivismo jurídico, bajo la referencia de Kelsen, define al derecho como norma, a secas. Así, la moral y la realidad quedan fuera. Bajo el dominio del positivismo, si mañana se publica una norma que dice que los hombres son caballos, serán caballos.

Hay un problema epistemológico porque no hay norma válida sin realidad. En Cervantes, la puesta propia de una falsa etiqueta es considerada locura, aunque la del Quijote es una deliciosa ilusión, una falsa representación por no soportar ser más quien se es. Alonso Quijano, deslumbrado por los libros de caballería, decide ser un caballero andante y ver monstruos donde hay molinos, ver una bella dama donde hay una rústica mujer.

Es un tratado de la felicidad desde la construcción de una ilusión, tanto que cuando el Quijote recupera la razón, Quijano muere porque la realidad no es vida, sino vida incompleta y condicionada. El Quijote no se autopercibe, se representa.

En La zorra y las uvas, atribuida a Esopo y adaptada por La Fontaine, la zorra no logra alcanzar las uvas, se agota tras largos intentos y, agobiada como frustrada, señala: Las uvas están verdes y no se pueden comer. De todas maneras, ¿para qué las querría?. La zorra no percibe lo que dice, sabe la verdad, pero crea una falsa representación. Sabe que las uvas están maduras y jugosas.

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En el debate actual sobre el género no es que el hombre se perciba mujer o que la mujer se perciba hombre. No existe autopercepción, lo que hay es una falsa representación porque en el fondo el varón se sabe con dos cromosomas XY, y sabe que existen características sexuales singulares y una constitución específica de hormonas (testosterona, progesterona y estrógenos…) que excluye la autopercepción, porque percibir no es lo mismo que observar científicamente.

Somos sexos, no géneros; somos biológicamente configurados y no caprichosamente determinados al gusto. El género es una falsa representación. Alonso Quijano negándose a sí mismo para ser feliz tiene más visos de arbitrariedad que de locura, porque se falsifica. El género ignora a la ciencia, rechaza la observación, el método y la ley natural.

Es verdad que nos percibimos diferentes a lo que creemos ser en el espejo porque el hombre nunca envejece frente a su propio reflejo, se marchita trágicamente en las fotografías, a la inversa de Dorian Gray- Wilde- que conserva la juventud y la belleza en el mundo, delegándole a su retrato el sufrimiento de envejecer. La autopercepción estética es sincera y subjetiva, pero la falsa representación es un deliberado acomodo, aunque a fin de cuentas cada quien puede representarse como le venga bien.

Es asunto privativo de cada cual, pero forzar al derecho a que reconozca lo irreal, es positivismo jurídico. Nada obstaría (valga la hipérbole) para que una ley sancione que somos caballos y, por tanto, que nos sea más propio relinchar y cabalgar que hablar y caminar.

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