La principal forma de generar ingresos para las actividades estatales, es mediante los impuestos. Y estos, deben funcionar proporcionalmente para no afectar al ciudadano y a las actividades empresariales, pero en el caso argentino.
El tema de los impuestos se ha vuelto una carga insoportable, y un ejemplo de ello, es el impuesto al aire. Aunque pueda sonar inverosímil, no es un invento.
Esta situación se dio en la ciudad de Puerto Madryn, lugar en el que los parques eólicos son proyectos de ejecución muy prometedores. Pero, aunque las empresas ya pagaban una Tasa por Habilitación, Inspección, Seguridad e Higiene y Control Ambiental que establecía el Código Tributario Argentino.
La municipalidad de dicha ciudad decide aprobar un nuevo impuesto por la cantidad de aire que generaban. Atacando directamente a los sectores que impulsaban proyectos para el uso de energías renovables. Y, siendo la mayor contradicción, en un país cuyo gobierno decía combatir la contaminación ambiental.
De esta manera, el impuesto al aire se convierte en el impuesto más insólito y polémico de Argentina. Esto provocó diversas reacciones en las redes, y la alarma de organizaciones que no comprendían la aplicación de dicho impuesto.
Incluso se discutía la constitucionalidad de los impuestos municipales, y más preocupante aún, era perder la inversión que las empresas promovían para impulsar proyectos que permitieran al ciudadano argentino optas por fuentes de energía menos costosas frente a la alta carga fiscal que vienen sobrellevando.
Una lamentable situación que debe hacernos replantear como es que los impuestos deben recaudarse. Pues, aunque el gobierno actual de Argentina grite que son dueños del cambio y de la gran revolución ambientalista. Lo cierto es que poca o ninguna de sus políticas actuales parece ser realmente una vía de solución. Por lo que es muy importante, conocer de este caso. Para no llegar a extremos totalmente ilógicos, y no crear un impuesto hasta por la cantidad de celulares que tengamos.
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