En estos últimos días, una de las noticias que más eco ha hecho en nuestros hogares -a parte de los resultados en las elecciones presidenciales argentinas- es una de corte económico: el Perú ha entrado en una recesión.
Indudablemente, esta es una situación que perjudica al país y a sus ciudadanos, por los efectos que implica. No obstante, antes de comentarlos, me gustaría explicar qué significa el término en cuestión para que el lector comprenda con mayor amplitud mis comentarios con respecto a la situación.
Una recesión económica consiste en una etapa del ciclo económico en la que la situación económica del país comienza a deteriorarse. Técnicamente, se considera como tal cuando el PIB tiene una tasa de variación negativa durante dos trimestres consecutivos. Si esto perdura en el tiempo, se denomina depresión.
Es una fase que se caracteriza por baja inversión, bajo consumo, fuga de capitales -incluido el humano-, aumento del desempleo y, finalmente, incremento de la pobreza.
El caso más emblemático es el de la Gran Recesión del 2008 que se ocasionó después de que la burbuja inflacionaria que se había generado en torno a las hipotecas de las viviendas explotara.
Pese a que hasta el momento puede parecer similar a un contexto inflacionario, lo que suele ocurrir es que la inflación se reduzca en un momento como el actual. Este comportamiento se debe a la caída en el consumo de las familias porque, en términos sencillos, gastan menos dinero. Una reducción de la demanda que ‘obliga’ a los precios a regularizarse – por la ley de oferta y demanda.
Keynes señalaba que la recesión se da por una falta de confianza de las dos fuerzas del mercado – productores y consumidores – que provoca que los primeros inviertan menos y los segundos ahorren más, porque a ambos los mueve el deseo de contar con liquidez para afrontar una peor situación.
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Sin embargo, el caso del Perú escapa parcialmente de la proposición del economista británico y de la teoría neoclásica.
Por una parte, sí se ha reducido la inversión, pero no precisamente por los motivos que Keynes señala, sino por la crisis política continua que llevamos arrastrando desde la vacancia de Kuczynski. Además, no ha habido un aumento en la capacidad de ahorro de las familias; por el contrario, los peruanos cada vez ahorran menos.
Sería contradictorio que hubiera mejorado la situación de los hogares peruanos en los últimos años. Lapso de tiempo en el que hemos visto un crecimiento acelerado de la tasa de inflación -que se mantiene alta-, un fuerte golpe a la economía por la pandemia y una retirada progresiva de la inversión privada por la crisis política y debilitación de la institucionalidad del país.
Ante lo descrito, la preocupación resulta evidente. Estamos ante el peor desempeño del PIB en los últimos 25 años, sin contar el de la pandemia. Las predicciones, que rescata Infobae, para el cierre del año son variadas: Barclays (-0,6%), IPE y Phase Consultores (-0,3%), Macroconsult (-0,2%), BCP (0%), Videnza (0,2%), la calificadora de riesgo Moody’s (0,6%).
Nos encontramos ante un futuro que aún es incierto, pero que tiende hacia lo negativo. Medidas macroeconómicas deberán tomarse, especialmente por parte del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), cuyo principal, Alex Contreras, negó que el Perú se encontrase en recesión hasta que los datos del INEI se dieron a conocer.
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Estudiante de economía