El aborto tiene como cometido específico, destruir cruelmente al concebido. Con el aborto se desata una auténtica carnicería intrauterina, produciendo una matanza de inocentes en el vientre materno. Esto en el terreno individual. Y a gran escala, podemos hablar de un exterminio masivo silencioso. La aberrante práctica abortista, supone la extirpación violenta del nasciturus de su lugar natural vital: el vientre materno.
La consagración del crimen intrauterino en la carta constitucional francesa, es un signo irrefutable de descomposición moral e intelectual. El germen anticristiano en Francia, que alcanzó las más empinadas cumbres durante la excesivamente romantizada Revolución Francesa -por cierto, como escuché decir alguna vez al teórico Miguel Anxo Bastos, los revolucionarios tenían un curioso modo de practicar la fraternidad conduciéndose mutuamente a la guillotina-, en la actualidad, a través de un parlamento herodiano, desalmado y sediento de sangre inocente, eleva a categoría de norma constitucional, al aborto como derecho humano.
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En 1988, el director y crítico cinematográfico Claude Chabrol, dirigió la película Un asunto de mujeres, film inspirado en la vida de Marie-Louise Giraud, “abortista experta” responsable de al menos 23 ejecuciones prenatales y condenada a la guillotina en 1943. En el film, la mujer que encarna a Giraud, es fría, deshumaniza al feto, no hay en ella asomo de remordimientos, es impasible y blasfema. En prisión, una condenada le dice con dureza: “Tú abortadora, no tenías tantos escrúpulos matando niños. Yo jamás hice daño a un niño. ¿Qué crees que tenían dentro las futuras madres, arañas?”.
En Francia, pretenden violar impunemente la dignidad de la persona humana, construyendo una sociedad filicida y como decía Carlos Alberto Sacheri, “oscureciendo la conciencia del hombre contemporáneo”, al aprobar constitucionalmente un crimen nefando. Aunque el mundo entero confunda el bien con el mal, y se reduzca drásticamente el ejército de disidentes, impelidos por el amor a la justicia, al bien y a la verdad, no renunciemos a seguir siendo defensores de indefensos.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad.
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Lic. en Ciencia Política