Una vez más nuestra región padece violencia. Una vez más sufre la consecuencia de las políticas de tolerancia con la delincuencia y el crimen organizado. Una vez más se ve lo que ocasiona el hacer caso a organismos internacionales progresistas que trabajan para beneficiar a los terroristas. Y, una vez más, pagan los inocentes con su vida el precio que tiene el no erradicar el narcotráfico.
Ecuador está de luto. El Perú está de luto. Sudamérica está de luto. Latinoamérica está de luto.
Lo que está pasando en nuestro país vecino es lo que ha pasado antes en el nuestro, y tantos otros del continente. Conocemos el sufrimiento de las familias ecuatorianas, condenamos los actos de los asesinos y repudiamos la actitud de los organismos internacionales que toman partida por los criminales antes que por los inocentes.
Y, en nuestro caso particular, también nos avergonzamos del armamento peruano contrabandeado que ha ido a parar en manos de los terroristas.
Pero, lamentablemente, el compañerismo no es suficiente en estos casos. Y mucho menos lo es si se quiere prevenir estas situaciones de volver a ocurrir en el futuro.
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Lo que hace falta, por parte de las autoridades, es verdadera mano dura contra la escoria que mata gente inocente y lleva la delincuencia hasta el punto de volver inviable salir a las calles de un país que está tomado por el caos y la violencia.
Y, por parte de los ciudadanos, es indispensable señalar al enemigo por lo que son: terroristas. No se deben dejar engañar ni embarullar por políticos, lobistas y opinólogos de redes sociales que quieren disfrazarlos de subversivos o simples delincuentes. Son terroristas empleados por el narcotráfico y ni todos los esfuerzos de la CIDH podrán cambiar esa realidad.
Nayib Bukele lo entendió bien y aplicó las medidas necesarias para reducir drásticamente la inseguridad en El Salvador. Y todo parece indicar que Noboa se encamina hacia lo mismo. Además, cuenta con el apoyo del pueblo ecuatoriano y eso inclina la balanza a su favor para ejecutar las medidas drásticas que son indispensables para terminar con este terror.
Sin embargo, el presidente salvadoreño también acertó en decir que “el Estado de Excepción es una herramienta, no una varita mágica. Aprobar un Estado de Excepción sin una estrategia contra los terroristas, no sirve de nada. Los gobernantes deben entender que los problemas no se resuelven por decreto, sino con acciones”.
Esperemos que las decisiones se tomen rápida y eficazmente para que la pesadilla que atormenta al Ecuador termine pronto. Pero, sobre todo, esperemos que el resto de países de la región empiecen a desarrollar planes para erradicar la delincuencia y combatir con mayor dureza al narcotráfico, y no aguarden a que una situación como esta suceda en sus territorios para recién pretender tomar cartas en el asunto.
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Estudiante de economía