Opinión

El fin del cristianismo en Palestina

En la tierra donde nació el líder del cristianismo, su presencia está desapareciendo. El éxodo masivo de cristianos en Palestina no solo plantea preguntas sobre los derechos humanos, sino también sobre el valor histórico de una fe en su lugar de origen. Durante siglos, los cristianos fueron una comunidad vibrante y ostentosa en esta región; sin embargo, en las últimas décadas, su número ha disminuido de manera significativa. Esta problemática, a menudo ignorada por occidente, pone de manifiesto una crisis social, económica y cultural que amenaza con extinguir al cristianismo en Palestina.

A principios del siglo XX, los cristianos constituían el 11% de la población de la Tierra Santa. Hoy, en los territorios palestinos, apenas representan el 1%. Ciudades emblemáticas como Belén, donde los cristianos eran el 86% de la población en 1950, han visto cómo esta cifra se reduce al 10%. Este declive demográfico no solo es un golpe a la diversidad religiosa, sino también un reflejo de las difíciles condiciones a las que se enfrenta el cristianismo (Morris & Tirza, 2024).  Según un estudio del Centro de Seguridad y Asuntos Exteriores de Jerusalén (JCFA), la violencia y la coerción han resultado en una disminución de hasta el 90% en la población cristiana en áreas bajo el control de Hamás o la Autoridad Palestina (Bolaños, 2025).

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El abandono masivo de cristianos en Palestina responde a múltiples factores interconectados. En primer lugar, los cristianos en Cisjordania y Gaza enfrentan ataques públicos a su fe e intimidación etnocentrista. Las iglesias han sido profanadas, las propiedades confiscadas, y las mujeres cristianas acosadas. En muchos casos, las autoridades locales, tanto en la Autoridad Palestina como bajo el régimen de Hamás, no solo no protegen a los cristianos, sino que perpetúan una cultura de impunidad.

En segundo lugar, la libertad religiosa en Palestina está seriamente comprometida; por ejemplo, conversos del islam al cristianismo se enfrentan a amenazas persistentes y deben practicar su fe en secreto por el temor a la cancelación. Incluso las celebraciones religiosas tradicionales, como la Navidad, son objeto de ataques y vandalismo, las cuales son celebradas muchas veces en clandestinidad.

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En tercer lugar, los cristianos palestinos denuncian ser marginados en el empleo y el acceso a servicios; además, enfrentan discriminación sistemática en los tribunales, una violación grave a los derechos humanos que los deja vulnerables ante la confiscación de tierras y propiedades. Estos obstáculos económicos y legales presionan a las  familias cristianas a emigrar en busca de un lugar seguro y unas mayores oportunidades.

Por último, los programas educativos palestinos omiten la historia cristiana y fomentan prejuicios. Los líderes cristianos locales, presionados por la mayoría musulmana, a menudo se ven forzados a adoptar posturas políticas que invisibilizan la opresión de los cristianos; por ende, la exclusión cultural alimenta el sentimiento de alienación entre la población cristiana.

No podemos dejar de lado que Belén, el lugar de nacimiento de Jesús, ilustra el epicentro de esta crisis. En las últimas décadas, la población cristiana ha disminuido drásticamente debido al acoso social, la inseguridad económica y la presión para abandonar sus tierras. Si esta tendencia continúa, el cristianismo podría desaparecer en la ciudad donde comenzó su historia. El declive del cristianismo en Palestina no solo afecta a sus oprimidos habitantes, sino también al legado espiritual e histórico que esta tierra representa para millones de creyentes en todo el mundo. La desaparición de los cristianos en la Tierra Santa sería una pérdida irremplazable, no solo para Palestina, sino para toda la humanidad.

En suma, el fin del cristianismo en Palestina no es un accidente, sino el resultado de décadas de violencia, discriminación y abandono internacional. Por ende, es menester acabar con el silencio sobre esta crisis, es esencial para garantizar la supervivencia de una comunidad que ha sido parte integral de la historia de esta región. La comunidad internacional, las organizaciones de derechos humanos y los líderes religiosos tienen la responsabilidad moral  e histórica de actuar. La fe que nació en esta tierra no puede ser abandonada a su desaparición en el lugar donde todo comenzó.

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