En el transcurso del siglo XXI hasta la fecha presente, la narrativa de izquierda en la región ha criticado al Consenso de Washington y culpado al neoliberalismo por las actuales brechas sociales en los países de América Latina. Este discurso se ha fundamentado en la premisa de que todos los males son causados por el «imperialismo».
La implementación del neoliberalismo en América Latina en la década de 1980 fue una respuesta a la crisis económica que afectaba a varios países de la región. Sin embargo, las políticas de ajuste económico implementadas, bajo la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras entidades financieras internacionales, no lograron abordar las causas estructurales de la pobreza y el subdesarrollo.
Cuando se llevaron a cabo las transformaciones neoliberales, se abrieron los mercados, comenzó la democratización y se promovió la participación ciudadana, sindical y la libertad de diversos movimientos sociales. Sin embargo, esta receta se aplicó deficientemente en muchos casos, ya que varios gobiernos no siguieron las reformas de manera adecuada y completa. No se consideró que no se pueden duplicar instituciones de países desarrollados. Tampoco se tomó en cuenta el factor de la heterogeneidad; es decir, no se siguieron las recomendaciones de Williamson, quien señaló que estas políticas deberían ser acompañadas de programas sociales para evitar la generación de desigualdad. Esto fue aún más notorio en países históricamente caracterizados por el clientelismo y la corrupción.
En Venezuela, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, no se logró superar la enfermedad holandesa. Los sectores empresariales, acostumbrados a ser subsidiados por el Estado, fueron la principal traba para aplicar las reformas neoliberales. Además, se produjo un alejamiento del Estado con el sector popular tras las políticas de ajuste económico, lo que exacerbó las tensiones sociales y políticas en el país.
En Argentina, durante el gobierno de Carlos Menem, se realizaron numerosas privatizaciones. Sin embargo, estas medidas no estuvieron acompañadas de transparencia, lo que generó un aumento significativo de la desigualdad y fortaleció las protestas sindicales. La falta de transparencia y las acusaciones de corrupción minaron la legitimidad de las reformas y del gobierno mismo.
En Bolivia, los fracasos de las políticas neoliberales bajo la gestión de Sánchez de Lozada se atribuyen a una serie de factores, incluyendo privatizaciones mal gestionadas, un incremento en la desigualdad social y la implementación de medidas de austeridad que afectaron de manera desproporcionada a los sectores más vulnerables de la sociedad. Estos errores han sido utilizados por Evo Morales en numerosas ocasiones para criticar al neoliberalismo y para resaltar su propia figura como líder político.
La izquierda supo aprovechar que las reformas neoliberales no solo se implementaron de manera incorrecta, sino que tampoco se adaptaron a las realidades socioeconómicas de los países de la región. A inicios del milenio, los gobiernos de izquierda buscaron reivindicar el Estado con la sociedad, pactando un nuevo contrato social en respuesta a las demandas populares y aprovechando el ciclo de la bonanza de materias primas. Esto les permitió, al principio, responder mediante diversos programas a los sectores populares. Sin embargo, cuesta aceptar que esto también se debió a que siguieron la herencia de políticas que dejó el neoliberalismo.
En conclusión, los experimentos neoliberales en la región carecieron de reformas para la distribución de los ingresos. Estos gobiernos interfirieron en el sistema, pero no apoyaron a sus ciudadanos, lo que resultó en intereses no alineados y aniquiló a la clase media. No obstante, este neoliberalismo no refleja la esencia original de sus creadores; es una adaptación fallida. La izquierda continúa utilizando al neoliberalismo como pretexto para justificar sus erróneas políticas económicas.
Estudiante de Ciencia Política