Las feministas son las primeras en decir que una mujer puede ser lo que ella quiera y que no se le debe juzgar, pero apenas te sales de su molde de lo que significa ser una “mujer empoderada”, te destruyen.
Esto fue lo que le pasó a la influencer Rocío López Bueno, una joven de 22 años que, según Infobae, encarna el peligro del movimiento ‘tradwife’ o de esposas tradicionales.
La pobre chica fue tildada de todo por las feministas de internet, quienes incluso llegaron a decir que su estética y tono de voz aniñado están relacionadas con las comunidades cristianas fundamentalistas y la ultraderecha estadounidense.
Pero, ¿qué hizo esta influencer para recibir tal demostración de odio? Algo muy osado en el siglo 21: cocinar para su novio.
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Solo por ello –y por su estilo dulce, armonioso y heterosexual– el progresismo la ha acusado de todo, desde “perpetuar estereotipos machistas” hasta “normalizar que una mujer quiera cocinar para un hombre” o “inculcar en las jóvenes que está bien preferir quedarse en casa y no trabajar”.
Para mí, estas críticas se basan; primero, en una profunda insatisfacción de las feministas modernas con sus vidas y la narrativa que quieren imponer.
Segundo, en un evidente celo y resentimiento con todo lo que ellas no han logrado, ya sea un amor sano, alcanzar algún ideal estético o, simplemente, tener las habilidades y el tiempo para poder hacer lo que Roro hace en sus redes sociales.
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Tercero, pero no menos importante, en la rabia que deben sentir al ver que la amplia mayoría de la población se siente identificada con este tipo de contenido que se aleja drásticamente de todo lo que el feminismo nos ha querido vender en las últimas décadas.
Si las mujeres decidimos que queremos adoptar un rol más tradicional, ¿cuál es el problema? ¿No que podíamos ser lo que quisiéramos? Chicas: vivan y dejen vivir, y no dejen que ninguna feminista les diga que está mal hacer cosas que las acerquen a su feminidad.
Directora ejecutiva de ILAD Media