Las cuotas de género, en lugar de enaltecer la inteligencia de la mujer, la ofenden y la estigmatizan de incapaz.
Olympe de Gougues, intelectual y figura significativa de la Revolución Francesa, en 1791, escribió La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, sosteniendo en el art. VI: “Ciudadanas y ciudadanos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y talentos”. Esta incontestable declaración de Olympe de Gouges, ha sido desterrada del relato feminista y de manera desvergonzada; arrojada a la impenetrable oscuridad del olvido. ¡Pero, nosotros, los reaccionarios, disidentes del feminismo posmoderno, del progresismo y del pensamiento políticamente correcto!, venimos a rescatar estas sensatas declaraciones.
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¿Qué son las cuotas de género y cuáles son sus propósitos?
La idea de instaurar las cuotas de género, nace en la primera Cumbre Europea “Mujeres en el poder”, desarrollada en Atenas, en noviembre de 1992. El propósito consiste en modificar el sistema democrático actual, para ir hacia un nuevo modelo de democracia: La “democracia paritaria”, conformada en todos los ámbitos de gobierno, por un porcentaje del 50% de mujeres y del 50% de varones. Esta “Declaración de Atenas”, ha tenido una gran influencia, especialmente en organismos multilaterales como la ONU. Pensemos en el objetivo 5 de la Agenda 2030, promovido por ONU Mujeres, una entidad de la ONU, para que las naciones establezcan leyes de “proporción de escaños ocupados por mujeres en a) parlamentos nacionales, y b) gobiernos locales”.
Pareciera ser que el alto sentimiento de insignificancia, el venenoso resentimiento y el complejo de inferioridad, fueran las fuentes de inspiración que alimentan los discursos en favor de la imposición de las cuotas de género. Toda persona sensata entiende que son las condiciones intelectuales, la potencia de las ideas, la profunda vocación de servicio, los talentos particulares y la posesión de encumbrados conceptos, los que permiten “el resplandecimiento de las personas”. Que sea “el mérito propio y no el género” el principio rector que permita destacar a las personas. ¡Que cada quién despliegue sus potencialidades y adquiera las virtudes necesarias para acceder al poder político a través de la disputa electoral!
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Esta reforma progresista, envés de enaltecer la figura de la mujer, la ensombrece, la reconoce impotente y ofende su inteligencia.
Nuestra posición carece de ambigüedades. Estamos en contra de la imposición universal de inventos de equiparación social mediante la producción de leyes absurdas, como las cuotas de género.

Lic. en Ciencia Política