En el Perú jamás se ha conocido otro gobierno que el monárquico; el pueblo se ha habituado por la serie de tantos siglos a la obediencia a los reyes, a las preocupaciones del rango, a las distinciones del honor, a la desigualdad de fortuna, cosas todas incompatibles con la rigurosa democracia. No hay entre ellos todavía que no refresque continuamente la memoria del gobierno paternal de los Incas. Pretender pues planificar entre ellos la forma democrática, sería sacar las cosas de sus quicios y exponer al Estado a un trastorno. Estas palabras pronunciadas por José Ignacio Moreno en 1822 parecen proféticas el día de hoy, ante las continuas crisis y enfrentamientos entre los poderes del Estado, que refleja todos los síntomas de un trastorno.
Precisamente, uno de los principales argumentos a favor de la monarquía es su capacidad para brindar estabilidad y continuidad a largo plazo. Al tener un monarca hereditario, se evitan las luchas y divisiones políticas que a menudo acompañan a los procesos electorales en las repúblicas. La monarquía permite una transición suave de poder de una generación a otra, lo que contribuye a la estabilidad política y evita la incertidumbre que puede surgir durante los cambios de liderazgo, algo muy necesario en la convulsa política peruana.
La monarquía, además, tiene un fuerte componente simbólico, más aún en un país como el Perú donde se encuentra tan presente la figura del Inca. Los monarcas a menudo personifican la historia y la cultura de un país, y su presencia sirve como un símbolo de unidad y continuidad a través de generaciones, algo muy necesario en un país tan plural como el Perú.
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El monarca proporciona una conexión tangible con el pasado histórico de una nación, manteniendo vivas las tradiciones y el patrimonio cultural, una necesidad crítica para gran parte de los peruanos.
La monarquía a menudo se asocia con una rica historia y cultura, y puede desempeñar un papel importante en la preservación de estos elementos. Los monarcas suelen ser guardianes de las tradiciones y el patrimonio cultural de una nación, y pueden desempeñar un papel activo en la promoción y preservación de las artes, la literatura y la historia. Esto contribuye a mantener viva la identidad nacional y a fortalecer el sentido de pertenencia de los ciudadanos.
Aún así, a pesar que un sistema monárquico presenta respuestas reales ante la crisis que afronta el Perú actual, muchos peruanos todavía identifican la monarquía con la vuelta a un sistema absolutista y tiránico. Esto a pesar que en un sistema de monarquía constitucional, el monarca generalmente tiene un papel representativo, mientras que el poder político recae en un cuerpo legislativo o un gobierno electo.
Ello da la ventaja al monarca de actuar como un contrapeso frente a los abusos o excesos de los poderes ejecutivo y legislativo. Tal vez, necesitamos mirar la eficiencia de las monarquías modernas: Países Bajos, Noruega, Suecia, Dinamarca, Inglaterra, España, Japón, entre las principales, para cambiar nuestros prejuicios y considerar la monarquía como una forma de gobierno histórica para el Perú.
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