La raíz etimológica de la palabra liberalismo proviene del latín significando la doctrina o pensamiento de la libertad. Mientras tanto, el termino latín de libertas hace referencia a una persona que no se encuentra en esclavitud y que es dueña de sí misma. Este término muchas veces se utilizaba para hacer referencia a los exesclavos que eran emancipados.
En resumen, el liberalismo significa la doctrina o pensamiento de ser dueño de uno mismo. No puede haber vida plena cuando los individuos son controlados y sometidos contra su voluntad por un tercero, u otras entidades colectivas o estatales.
El liberalismo es una ideología abierta y en constante expansión que ha venido evolucionando a lo largo del tiempo. La ideología liberal es la base del mundo occidental y se ha venido construyendo a lo largo de cientos de años por el transcurso de la historia. Por estos motivos, es necesario hacer referencia a los más grandes hitos o ejes del pensamiento liberal.
De esta manera la primera gran lucha del liberalismo sería el reconocimiento del individuo como el fin supremo de la sociedad, lo que lo vuelve antagónico a toda ideología colectivista. Esta etapa incluye a pensadores medievales como Duns Escoto, quién estableció que cada individuo es único y se distingue de su grupo colectivo (haecceitas) y Guillermo de Ockham quien estableció que los universales solo existen en el mundo lingüístico y que en la realidad solo existen los individuos.
La segunda gran lucha del liberalismo consiste en el principio de no intervención desarrollado en el mundo anglosajón para intentar controlar el poder desatado del monarca, lo que, por ejemplo, fue visto al momento que se desarrolló el Bill of Rights (1689) o la Carta Magna (1215).
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Dentro de esta etapa es necesario hacer referencia a lo desarrollado por John Locke respecto a que el poder del Estado es limitado por derechos naturales fundamentales, como la libertad, la propiedad, la vida y la representación democrática de los individuos para poder crear sus propias leyes. Estos principios fueron plasmados en todas las repúblicas modernas del mundo occidental desde la fundación de Estados Unidos, dado que se considera que el Estado queda sometido al imperio de la ley natural.
Finalmente, el principio de no intervención fue modernizado por Isaiah Berlin en el año 1909, quién alegó que el Estado solo debe garantizar lo que catalogó como libertad negativa, o la potestad que tenemos todos los individuos de vivir libres de coerción por parte de terceros, mejor dicho, el derecho a que no vulneren tu esfera privada ni tu proyecto de vida personal contra tu voluntad.
De esta manera, criticó que muchos Estados colectivistas prefieran garantizar lo que él catalogó como libertad positiva, que significa el derecho de hacer lo que queramos, antes que la libertad negativa. Por ejemplo, no sería moral que, porque un ciudadano quiera comida o un televisor gratis que no pueda adquirir por sus propios medios, se tenga que afectar el patrimonio de un tercero a través de un incremento de impuestos. Su conclusión sería que cuando el Estado pretende garantizar la libertad positiva de las personas se podría terminar vulnerando la libertad negativa, lo que no sería aceptable.
El último gran principio del liberalismo sería la no intervención en la economía. De esta manera autores como Carl Menger y Ludwig von Mises, fundaron lo que se conoce como la Escuela de Economía Austriaca.
Menger acuñó la teoría subjetiva del valor, alegando que los precios no son definidos por los costos de producción, sino que estos se basan en la utilidad que los individuos o los consumidores le asigna a cierto bien en base a sus propias preferencias. De esta manera desarrolló lo que se conoce como el marginalismo, para explicar porque el interés de las personas sobre un bien se disminuye mientras menos escaso sea.
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Por ejemplo, si tienes muchas Coca Colas vas a valorarla menos que si solo tienes una en la mitad del desierto.
En base a estas enseñanzas, Ludwig von Mises contradijo la idea del socialismo de que la economía debía ser planificada y centralizada por el Estado, dado que un burócrata no tendría como saber cuáles eran los verdaderos intereses o necesidades de la sociedad. De esta manera, también luchó contra el concepto de que los medios de producción deban ser propiedad colectiva del Estado, demostrando como esto solo causaría un gran desastre económico y miseria.
Ludwig von Mises propuso que la única forma de poder lograr el progreso económico es que el Estado pueda garantizar el principio de no intervención en la economía, dejando que los individuos sean los dueños de los medios de producción en el mercado de manera libre y autónoma.
En conclusión, el liberalismo se basa en la idea de que el fin de la sociedad siempre es el individuo, quién tiene el derecho de poder vivir en libertad sin ser coaccionado por la injerencia de terceras personas, u otras fuerzas colectivas o estatales, dándole una especial protección al derecho de propiedad, vida y libertad. Cualquier persona que crea en estas ideas puede llamarse orgullosamente liberal.
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Abogado