Yo pensaba morirme en el verano de 2003. Tenía 10 años cuando escuché que había iniciado una guerra. Recuerdo aquella tarde, me acerqué a mi madre y le pregunté si era cierto todo lo que decían. Insistí en que no me mintiera si existía la posibilidad de morir. Ella me abrazó y su risa espantó el monstruo que me había agobiado durante varios días. Ese monstruo (hablo de la guerra) nunca se ha despegado de la humanidad. Pareciera que vive enamorado de ella. Y, claro, la humanidad le coquetea, no importa si termina despedazada.
Mientras escribo tengo la firme convicción de que en estos momentos muchos niños preguntan lo mismo o no tienen a quién preguntar, si es cierto que van a morir. Comprendo que estas líneas jamás podrán consolar, dar respuestas o devolver lo perdido. Entonces, me taladran las siguientes preguntas: por qué y para qué escribo. Por qué el afán desmedido de sentarse todos los miércoles por la noche y escribir como un condenado, como si con ese acto fuera a detener una guerra. ¿Acaso la escritura es una torpe hazaña? No.
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La literatura no es un pasatiempo, sino una manera de examinar la condición humana. De hecho, bien decía Ernesto Sábato, “el escritor verdadero escribe sobre la realidad que ha sufrido y mamado”. Es decir, al margen de las posturas políticas, los escritores -o los que pretenden serlo- deben retratar a un individuo rodeado por una sociedad, sumergido en una sociedad, luchando en una sociedad, escondiéndose en una sociedad y sufriendo en una sociedad. Así las cosas y la tarea de todo escritor comprometido: indagar implacablemente el corazón del hombre y transferirlo con la misma objetividad de un geógrafo.
El hombre no solo está hecho de desesperanza o muerte, sino también de fe y ansias de vida. Pero el monstruo –nuevamente– persiste en quitarnos la fe y la vida. Llegará un día donde no nos quedaremos con los brazos cruzados y dejaremos de correr con la única finalidad de esquivar el desasosiego y la nostalgia acumulada. Mientras tanto, a pesar del desaliento, debemos saber que la historia no se detiene, seguirá luchando con la desmemoria impuesta.
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Escritor y profesor