Cultura

Caviares: ¿Marx, Jesús o universidad? | Opinión

Una universidad recibe ingresos de sus estudiantes e institutos, pero, ¿todo lo recibe de entidades educativas? Quizás algunas tengan la suerte de recibirlas de centros comerciales y grandes terrenos cercanos, que es otra fuente importante que les permite tener la infraestructura que tienen y aun así cobrarles caro a sus alumnos (habría que escuchar a sus sindicatos). Tal como va, ¿es lo que cualquier testador conservador quisiera que se haga con su herencia? Todo no escapa de los supuestos. ¿Cuánto de lo que llamamos “caviar” y socialista hay en algunas universidades, asumiendo que algunas se asumen católicas? ¿Cuántas “cristianísimas” forman en ideología de género?

Si ha seguido cursos en alguna de esas universidades sabrá del contenido doctrinal porque ni la teología se salva del sesgo terrenal con la llamada “Teología de la liberación”. El contenido de sociales sería previsible, en el recuerdo quedaría el énfasis en la escuela de Frankfurt y el reverenciado Flores Galindo introduciría algunos conceptos discutibles en su mente juvenil de los que aún buscan su inca o su tempestad en los andes (Valcárcel)…pero nadie le contará en sus clases de economía que existía Hayek, Mises, Rothbard y lo sabrá solo como un autodidacta. En lo particular, lo aprendí gracias al obsequio del español Jesús Huerta de Soto (una generosa y pequeña biblioteca de economía liberal austriaca enviada desde España).

Imagine a un sacerdote de acento francés enseñando teología afirmando que el mercado es el “mal”. Contra las raras agendas, preferible creer que hay otras opciones de aprendizaje. La universidad es la visión cósmica del conocimiento, hasta en el césped se puede enseñar y deambular como los peripatéticos y salvar la vista de edificios fríos y de feas moles grises que no hacen a una universidad.

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No extraña, porque la cultura y academia peruana produce más desde una perspectiva progresista. No solo proviene de algunas universidades, sino de un ministerio que pareciera servir a un lado de la historia, práctica común de la izquierda en todos los fueros. Curioso como el documental sobre Velasco entusiasmó a una generación joven, Velasco que expropió y violó derechos y fue dictador (¿No que Fujimori?) Velasco y la “involución” de la tierra se proyectó también en las pantallas del centro cultural de una universidad que tiene un instituto de democracia y derechos humanos.

Para eso sirve la ayuda estatal al cine, provista desde ese edificio brutalista que data desde aquel dictador militar que lo usó de Ministerio de Pesquería, acabando de paso con la riqueza marina. Imagino al testador Riva Agüero leyendo que en la alfombra roja (del centro cultural de la universidad que debió llevar su nombre) se acompañó la producción de un documental sobre Hugo Blanco, que asesinó a un policía y que salió libre gracias al dictador militar. Festival de cine, finalmente.

Descubriría Riva Agüero la sinopsis (en Internet) del centro cultural universitario que proyecta un homenaje a la vida de Javier Diez Canseco, un político de izquierda que saboteó Camisea y todavía lo aplauden. Dice: “Rojo profundo es un viaje por la vida de una de las figuras más representativas de la izquierda peruana, Javier Diez Canseco Cisneros. Su niñez, su época escolar y universitaria, su intensa vida política, su incansable búsqueda por la igualdad y la justicia social, su férrea defensa de los derechos humanos (…)”. ¡Premio del público! Y así va entrando.

La universidad no debe adoctrinar, sino exponer todo y dejarlo a la libre crítica. Una universidad es universalista, su lema es el de San Agustín, verum id est quod est, la verdad es lo que existe.

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