Cuánta razón tenía el poeta Miguel Hernández cuando escribió los siguientes versos mientras estuvo preso en los penales franquistas: “No, no hay cárcel para el hombre. No podrán atarme, no. Este mundo de cadenas me es pequeño y exterior. ¿Quién encierra una sonrisa? ¿Quién amuralla una voz?”.
La libertad es un don que a muchos se les ha arrebatado, porque han olvidado que también es una tarea que debe ser cumplida con responsabilidad. Sin libertad la persona se asfixia, muere lentamente como si el águila de Prometeo le estuviese picoteando las entrañas las veinticuatro horas. Sin embargo, hay otros que, siendo libres, pierden su identidad en la más profunda oscuridad, viven prisioneros de una nada infinita y el mundo se les presenta como carente de sentido. Este fue el caso de Beto Ortiz, quien en el año 2014 tomó la severa decisión de no esperar a la muerte con los brazos cruzados, sino que, al contrario, se aventuró a dar un taller de escritura creativa en el penal de máxima seguridad Piedras Gordas (Ancón, Lima, Perú).
Me rehúso a creer, perdón el atrevimiento, que la escritura solo sirva para cambiar a una persona; de hecho, no nos hace mejores. Por lo contrario, la escritura (muchas veces) nos salva, nos libera, es la excusa perfecta para no tomar un arma, ponerla en la sien y disparar. De la misma manera sucede con la lectura, te rapta del mundo y te sumerge a un universo desconocido.
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Beto empezó a dictar el taller para salvarse la vida, pero pronto sería acorralado por un grupo de corazones vándalos inmersos en la soledad y asediados por los recuerdos angustiosos. Entonces, Martín Suyón, su productor, observó la necesidad de documentar la experiencia carcelaria.
Cada minuto de la película es real. Carla García y Ricardo Ayala, los encargados de (re)escribir el guion, ofrecen una mirada crítica sin desfigurar la historia verdadera. De hecho, “Corazones vándalos” destila una narración demoledora que revela la justicia/injusticia y la lucha imperiosa de volver a tener una nueva oportunidad en una sociedad indiferente, acostumbrada a la estigmatización y discriminación.
No es fácil meterse bajo la piel de Beto Ortiz, querido lector. Cada palabra y cada acto brota de sus entrañas (a veces sucia y dulce). Pero en esta película tengo la firme convicción de que ha logrado penetrar los estratos más profundos de la conciencia humana. Pocas personas lo mencionan, pero su ingreso al penal de Piedras Gordas no fue en calidad de periodista, sino de profesor. Profesión que ejerció su madre quien le llevaba al trabajo desde que tenía dos o tres años de edad, ya que ella era la directora en un pequeño colegio estatal (Colegio 1022) en Breña (Jirón Restauración).
He visto “Corazones vándalos” con mucha atención y al terminar recordé de inmediato una publicidad narrada por Tom Hanks (Super Bowl, 2019): “Siempre hay alguien que reúne los hechos para traerte la historia. No importa el costo. (…) Saber nos ayuda a decidir. Saber nos mantiene libres”.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad.
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Escritor y profesor