¿Fue necesario hacer explotar dos bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki para rendir a Japón en la Segunda Guerra Mundial? Esa es la pregunta que surge como reflexión luego de ver el documental Oppenheimer: el dilema de la bomba atómica (2023), estrenado casi a la par que la película de Christopher Nolan, hoy un éxito de taquilla internacional.
“Ya no quiero ver a este científico llorón por aquí”, dijo Harry Truman a sus ayudantes cuando Andrés Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, consigue una cita con él para persuadirlo de la importancia de controlar esta tecnología.
Truman no toleró que el científico le dijera, a él todavía, que había tomado la decisión de tirar las bombas: “Tengo mucha sangre en las manos”.
Oppenheimer quiso, cuando se arrojó la bomba sobre Hiroshima, que mostrara todo el horror que podía ocasionar. Incluso calculó la altitud exacta desde la cual debía ser lanzada para que tuviera el mayor efecto devastador.
El mensaje parecía ser claro: que la humanidad supiera lo que podía ser capaz de crear para su propia destrucción.
TE PUEDE INTERESAR: “Sound of Freedom” llegará al Perú: cuándo y dónde ver la película
Tras conocerse la perfomance del Enola Gay, el avión bombardero que lanzó la bomba sobre Hiroshima, el científico estadounidense profirió la frase: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”, tomada del texto sagrado hindú, Bhagavad Gita, vinculada al dios Vishnu.
El documental que puede servir de aperitivo o complemento al largometraje de Nolan, tiene como contrapunto el dramático testimonio Hideko Kamura, sobreviviente de Hiroshima, así como la opinión de los que habían biografiado al científico en American Prometeus, como Kai Bird (otro, muy notable, es Peter Goodchild), para dar el contexto de la época correspondiente con el auge del nacional-socialismo hitleriano.
La urgencia de hallar una bomba nuclear antes que lo hiciera la Alemania Nazi y dar el puntillazo final a la guerra, inclinada ya hacia los aliados, fue el leit motiv del proyecto Los Alamos y la creación de la bomba atómica.
Truman se aprovechó de esto para, en las negociaciones con Stalin y Churchill, en la Conferencia de Postdam que definió el orden de Europa y la división de Alemania, tener una ventaja comparativa respecto al líder soviético.
TE PUEDE INTERESAR: El género y la falsa realidad
El documental administra muy bien los registros fílmicos de la época alternándolos sagazmente con momentos de la vida de Oppenheimer, así como el relato con la presencia de expertos cuyo propósito es explicar conceptos de física a los profanos (es estremecedor ver el cuadro con la comparación entre la nube de hongo que la bomba de hidrógeno genera en su explosión con la de su versión atómica, a la que deja enana, casi imperceptible).
La música incidental, por otra parte, le da ese sentido de suspenso para tener en vilo al espectador del film.
Oppenheimer nunca se disculpó por lo de Hiroshima y Nagasaki, pero los que lo conocieron cuentan que se alejó de todo proyecto nuclear y guardó silencio. Fue un brillante científico.
Aseguran que debió ser reconocido con el Premio Nobel por su estudio sobre los agujeros negros, el primero que se conoce. Él los avizora.
Empero, a pesar de ese logro, la sombra de lo que él ayudó a crear, debió haberlo perseguido hasta el final como una pesada carga en su conciencia.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad.
Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8

Comunicador social y crítico literario