La legisladora de Avanza País, Adriana Tudela, viene promoviendo el “Proyecto de Ley que Fomenta la Inversión en la Industria Cinematográfica y Audiovisual y la Promoción del uso de locaciones del Territorio Nacional”. En ese marco, dejo los siguientes mensajes.
Para la izquierda cinematográfica
¿Cómo justifica el financiamiento de documentales como La revolución y la tierra, Hugo Blanco. Río Profundo y Rojo Profundo? ¿No le parece que, en el primer caso, hay un culto a la personalidad y que el sesgo histórico es tan grosero (llámelo “visión de parte”, si quiere) que empata con la propaganda política? Velasco, que fue un dictador, es el responsable de la muerte, de acuerdo a cifras oficiales, de 86 personas el 5 de febrero de 1975. ¿Sabía eso? ¿Por qué no aparece ese hecho y la matanza de Huanta (que motiva la canción “Flor de Retama”) en el documental?
Y qué decir de Hugo Blanco. Río profundo. Salvo el intercambio epistolar que tuvo Blanco con Arguedas, él no tenía ningún punto de contacto con la tradición cultural del país. Más bien, estuvo involucrado, deshonrosamente, en la muerte de un policía en La Convención.
Por otra parte, ¿no cree que Rojo Profundo es un documental hagiográfico? ¿Me podría indicar cuáles son los méritos en el ámbito cultural de Javier Diez Canseco, líder de la izquierda peruana en los ochenta, para que un film dedicado a su vida reciba financiamiento del Mincul? Sabe, todo ello desvirtúa la idea de los estímulos económicos, lo pervierte. Encima se la dan de vivos, creen que subsidiando filmes como Wiñaypacha salvan el honor. Como si uno no se diera cuenta que por un Wiñaypacha pasan, de contrabando, dos o tres de propaganda político-ideológica. ¿Le parece aceptable ese proceder? ¿Eso no califica como un mal empleo del dinero de los contribuyentes peruanos?
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Para el lector audiovisual
En este país hay tanta riqueza histórica, tantos pasajes nacionales merecedores de un film. Pongamos algunos ejemplos: el Encuentro de Guayaquil de San Martín y Bolívar, los dos libertadores que sellaron la independencia de América; el Combate de Angamos donde perdió la vida Miguel Grau, el Caballero de los Mares; y la Batalla de San Juan y Miraflores donde murió lo mejor de nuestra juventud.
¿Y por qué no pueden plantearse películas así, amable lector? Porque buena parte de los realizadores nacionales están ganados por la ideología. La patria y los militares no van con ellos; prefieren enfocarse en personajes antisistema. Y ese despropósito, al que le ponen el letrero de “cultura”, es solventado con el impuesto de los contribuyentes.
Para el gran público
Lo más grave en este tema de los estímulos económicos otorgados por el Ministerio de Cultura a filmes como Hugo Blanco. Río profundo y Rojo Profundo, dedicado a Javier Diez Canseco, es que se hicieron en medio de la pandemia, cuando artistas populares de todo el país, nucleados en los cientos de puntos de cultura que hay, y encerrados sin poder trabajar por la cuarentena, enfrentaban dificultades para tener un plato de comida en la mesa. No hubo ninguna iniciativa del ministerio que se sepa, para otorgarles un subsidio económico y aliviar sus penurias. Prefirieron entregar S/ 392,519 y S/ 130,931 respectivamente, a filmes cuya carga ideológica y propagandística es más que evidente. Solo por eso debe existir una sanción moral a los responsables de este despropósito cometido con los dineros del Estado.
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Los que salen a defender los dispositivos actuales que rigen la cinematografía peruana se arrogan –muy pretenciosamente– ser los portaestandartes de la cultura en el país. En realidad, son un grupo privilegiado que, curiosamente, cuestiona los monopolios económicos, pero cuando les tocan el feudo se apresuran en colocar más ladrillos que los existentes en la Muralla China. Los peruanos no tenemos por qué financiar un cine, como el propagandístico que ofrecen, con una narrativa histórica asaz discutible. Si ellos quieren hacer películas de ese tipo, no hay problema; pero que las hagan con su plata, que cubran sus veleidades cinematográficas con su dinero y no con el público.
A modo de colofón
Después de saber que el Ministerio de Cultura ha desembolsado cientos de miles de soles para producciones cinematográficas ajenas al ámbito cultural, hay que intentar otras fórmulas para que el dinero de los peruanos sea empleado efectivamente en promover, sin discriminación alguna, la creatividad de los cineastas en todo el territorio nacional.
En ese sentido, el proyecto de ley de cine presentado por Adriana Tudela, por lo antes mencionado, es una respuesta a esa falta de sindéresis de los encargados en administrar los estímulos económicos en el Mincul. No sería mala idea, creemos, cuando se trate de filmes de corte histórico, pedir a la Academia Nacional de Historia una opinión. Después de todo, tratar la historia de un país no es asunto para tomarse a la ligera; y si de por medio hay dinero del Estado, su parecer, fundado en un conocimiento especializado de nuestra historiografía nacional, sería de singular importancia con mayor razón.
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Comunicador social y crítico literario