Cultura

Conservadores y liberales: diferencias y puntos en común

El liberal asume la defensa de la soberanía del individuo y es como el progresista un defensor de los derechos civiles.

El conservador entiende que hay dos categorías indesligables: civilización e ideología. Cuando se preserva la civilización, se preserva la libertad. La continuidad del sistema de derechos depende de la continuidad de la civilización; por tanto, lo suyo es también el orden.

El conservador sabe que hay tradiciones que garantizan la sociedad libre; defiende, por tanto, a la familia, la vida, el matrimonio tradicional, la penalización del aborto, el ideal de patria y el gobierno fuerte en un clima de libertad individual.

El conservador prefiere la expansión occidentalista con sus grandes legados clásicos de Roma, Grecia y judeocristianos que ser colonizado por otras culturas. Rechaza el globalismo (tiranía de los organismos internacionales) y entiende la globalización como el flujo del conocimiento y el libre comercio internacional, sin cesión de soberanía. Globalismo no es globalización.

Rechaza la ideología de género (realismo científico) y al feminismo radical. Propugna una economía libre.

Es meritocrático, desconfía de la democracia por ser el poder descontrolado de la masa sobre las minorías. Defiende la vida desde antes del nacimiento y asume que el aborto es un crimen, pues no hay concebido, sino persona.

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Por su parte, el liberal asume la defensa de la soberanía del individuo y es como el progresista un defensor de los derechos civiles, pero a diferencia de él, es un defensor acérrimo de la libertad económica. El ideal liberal lo conduce a propugnar el matrimonio libre; en el extremo, podría asumir la bandera de la poligamia. Nada obsta para que se tome la bandera LGTB como una causa liberal y el aborto como un tema de conciencia. Asume que existe el derecho a la vida, pero no el deber de vivir.

Cree en el Estado pequeño, pero desconfía de la democracia, controlada por una masa irracional. Cree en la igualdad ante la ley sin detenerse en especificidades como el género. Propugna la libertad de cultos más que la adhesión a una fe en particular. La célula básica no es la familia, es el individuo. Es occidentalista como el conservador. La diversidad es una expresión individual y no colectiva.

El problema del liberal es que la libertad como único contenido y sin pilares institucionales o valorativos comunes, puede llevarlo a legitimar o testificar sobre la decadencia de su propia civilización.

El progresista, por su parte, cree en los derechos civiles y no en la libertad económica, se toma en serio el cambio climático en su línea crítica del capitalismo industrial. Es globalista y multiculturalista.

Cree en la despenalización del aborto, el matrimonio homosexual, la ideología de género, el adoctrinamiento sexual escolar, la rebaja de la edad para el sexo consentido. Asume la democracia con todas sus contradicciones y puede llegar a instrumentalizar los derechos humanos para debilitar la soberanía estatal y el estado de derecho. No se atribuye como inquietud la decadencia de la civilización.

El socialista tiene como objeto la destrucción de la propiedad privada camino a la utopía comunista. Lo suyo, como el nazismo, es el colectivo como propiedad del Estado, el partido único, el ideal totalitario y la destrucción de la individualidad.

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