Durante el período Edo, el shogunato impuso regulaciones estrictas sobre el contenido artístico, especialmente en la creación del ukiyo-e, que con frecuencia presentaba representaciones de cortesanas y escenas eróticas. A pesar de que estas limitaciones tenían como objetivo mantener el “orden social”, también limitaron la capacidad creativa de los artistas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno militarista e imperialista japonés restringió la representación de temas críticos y difundió propaganda de guerra a través del arte. Después de la derrota de Japón, las fuerzas de ocupación aliadas también impusieron restricciones temporales a la producción artística y literaria, eliminando cualquier contenido considerado peligroso o subversivo.
Los artistas japoneses, como Katsushika Hokusai, el famoso autor de la ola de Kanagawa, logró transmitir significados ocultos en sus obras mediante el uso de metáforas y símbolos para superar las limitaciones impuestas. Otro artista importante fue también Utagawa Kuniyoshi, un maestro del ukiyo-e, quien empleó una astuta táctica: presentó a los gatos, en situaciones humorísticas y con frecuencia satíricas, como personajes principales en sus obras. Dado que los gatos se consideraban menos amenazantes que las representaciones humanas, esta elección le permitió abordar temas políticos y sociales de manera sutil.
TE PUEDE INTERESAR: «No», la película que ilustra la importancia de la comunicación política
Tanto en la historia del arte japonés como en el arte actual, los artistas han encontrado formas creativas de resistir a la censura. Es así que los artistas contemporáneos utilizan el arte como una potente herramienta de protesta y resistencia.
En la era de las redes sociales y la comunicación online, las plataformas digitales han implementado algoritmos y políticas de moderación que con frecuencia eliminan o limitan el contenido que se considera políticamente controvertido o socialmente incómodo. Esto ha resultado en la eliminación de obras de arte que cuestionan gobiernos autoritarios, denuncian la desigualdad o abordan temas prohibidos.
Además, la cancelación cultural se ha convertido en una forma de censura social, donde el público y las instituciones boicotean y reprimen a los artistas que expresan opiniones impopulares o desafiantes.
La creatividad también es un acto de libertad que, no solo permite crear obras de arte, además permite crear otros caminos para enfrentar a los partidarios de la censura y los atacantes de la libertad de expresión. Por eso es importante que las obras artísticas, siempre que no sea financiado con el dinero de los impuestos, tengan absoluta libertad de ser creadas y difundidas, siempre que no incentive delitos, evidentemente.
Las dictaduras o los grupos sectarios podrían atarnos las manos, pero nunca la mente, ni la imaginación.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad. Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8
Reportera gráfica e ilustradora