¿Cuán fácil es mirarnos en el espejo y reconocernos como sociedad? ¿Burlarse de nosotros mismos es sano? Para hacerlo se requiere tanto de humor como de coraje y una buena dosis de aguante frente a las “ofensas” que el espejo y la vanidad nacionalista nos brindarán.
Este es el caso de la película ¡Que viva México!, del director Luis Estrada- un cine holístico que mejora con creces las caricaturas políticas de Goya o las de ‘El murciélago’ Manuel Atanasio Fuentes, dibujante peruano de la segunda mitad del siglo XIX.
Luis Estrada hace un retrato satírico de un México en la era de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), tildado por la polarización social que promueve la izquierda latinoamericana y que Estrada recrea en el destino infame que persigue al protagonista Pancho Reyes y su familia disfuncional.
Las escenas son tan dantescas como los 11 personajes que comprende esta familia de parásitos sociales, un cuadro similar al film Ana y los Lobos de Carlos Saura, pero con 60 años de surrealismo literario latinoamericano a cuestas y una crítica social que corroe y llena de manchas el espejo donde cada país cree reconocerse.
Pancho Reyes representa al hijo de una familia campesina que con su esfuerzo logra ser un oficinista de clase media que aspira a una promoción en su trabajo para ganar un puesto gerencial en una fábrica de manufacturas y que es ubicado por su familia después de 20 años para resolver el testamento que dejó el abuelo recientemente fallecido.
En esta trama, Pancho recibe la herencia completa -en reconocimiento a sus esfuerzos- hecho que desata una guerra abierta de parte de la familia (un cliché de la sociedad actual, el político, el cura, el narco, la beata, el travesti, el policía, etc.), todos incapaces que crear riqueza, cumpliendo un rol parasitario hasta el final, buscando apoderarse de la fortuna que dejó el abuelo dentro de una sátira política que remueve los conchos culturales de nuestro surreal sub-continente.
Por supuesto que el revuelo creado por esta película- lanzada en marzo de este año- llevó a AMLO unirse a las quejas tildándola de bodrio clasista para conservadores, al verse señalado como el propulsor demagógico de una clase social de mantenidos corruptos y holgazanes de toda gama, llegando a compararse con Jesús, el ‘luchador popular’.
El surrealismo de esta película no dista mucho de la realidad peruana, donde la clase media siempre paga los platos rotos de los políticos y donde los que pagan impuestos son una minoría que mantiene una burocracia dorada a la cual hay que ‘agradecer’ cuando solamente debe cumplir con su razón de ser: el servicio civil.
Pienso en lo tentador que puede resultar decirte a la cara como somos los peruanos, tal como lo hizo Don Nicomedes Santa Cruz con su poema:
“No me den cholo que mande Ni blanco sin plata, no me den negro elegante, ni mujer hermosa, beata”
¡Qué viva México! tal como dice su protagonista Damián Alcázar, es una invitación para vernos ahí reflejados, una invitación a mejorar, porque allí esta nuestra intolerancia, el clasismo, la avaricia, el arribismo, está todo, tenemos que vernos, es importante.
En resumen, un ají picante que se reduce en una frase del filme: ¿y dónde están sus hermanos, abuela? Por ahí andan, robándonos el aire…
P.D.: Esta película se puede ver en Netflix y forma parte de la trilogía de Luis Estrada sobre México con La ley de Herodes, El infierno y La dictadura perfecta.
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