Cultura

El éxito envidiado | Opinión

El gen liberal de los puritanos norteamericanos entendía la vida desde la acción humana, el hombre libre siguiendo sus sueños y casi obligado a triunfar; pues, bajo el espíritu calvinista el hombre se salva por la gracia de Dios y hacerse rico era una señal de salvación.

En América Latina el éxito, al contrario, era moralmente sancionable, te lleva al infierno; es una sociedad culposa en la que no se admite sino la desconfianza frente a quien gana y exhibe. “Ha robado, lava activos, no puede explicar bien sus signos exteriores, el narcotráfico detrás, la vara: hay toda una legislación de la desconfianza que se la debemos a unos pocos”.

La pobreza y el dolor en la “teología de la liberación” y en la visión política del mundo no solo es una ética dialéctica equivocada, es también la escasa tolerancia a que a otros les vaya bien, es la victimización del pobre. El juego del palo encebado es traerse abajo al otro, no dejarlo llegar a la meta. En el Perú se celebra la caída. En Alemania el palo encebado es empujar hacia arriba y celebrar la victoria.

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En el Perú el éxito es culposo. La desconfianza y la envidia son referentes de una psique que deriva de las grandes preguntas de ese Caín tan bien estructurado por Saramago, “¿por qué él y no yo?” El fracaso o el dolor se dirigen al cielo frente a Abel postrado, ¿y lo malo por qué a mí? La ética de la responsabilidad no existe, la culpa siempre la tiene el otro, incluso el poste con el que chocamos “¿A quién se le ocurrió ponerlo allí?”.

La izquierda juega bien con la culpa en una sociedad formada para exaltar el sufrimiento y condenar el goce, tanto como para augurar que el pobre siempre será pobre, aún contra la realidad visible de sectores emergentes que poblaron terrales con esteras hace 50 años y hoy exhiben un despliegue de urbanizaciones, comercios y estilos de vida que nadie hubiera podido pronosticar. Contra el peruano de la culpa confronta el peruano emprendedor y liberal, ese que día a día lidia contra el Estado y la criminalidad.

Mala frase atribuida a Balzac: “Detrás de toda gran fortuna hay un crimen”. La frase es hija de una mala formación teórica, dicen que fue de San Juan Crisóstomo, el mismo que dijo: «el rico está al servicio de la tiranía de su riqueza, que siempre es poca”. Smith y cualquier bien asalariado de hoy le daría más razón a su patrón que al santo.

Quien quiera saber de los beneficios cruzados de una pequeña inversión, puede escuchar La historia de un lápiz, de Milton Friedman. Los pobres no son víctimas de los ricos como propone esa fábrica de miseria llamada “socialismo”. La prosperidad general es la resultante de esos millones de individuos libres creando y trabajando para hacerse una vida mejor.

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