Pido perdón a mis lectores si durante más de tres semanas me ausenté de escribir esta columna. Muchas veces he sido sometido por el “vulgar agobio de la rutina diaria, de las desilusiones y los aburrimientos”; pero heme aquí, frente a la computadora, tecleando como si al dejarlo de hacer perdiera la respiración.
Escribo estas líneas desde Medellín (Colombia), para ser exacto a tres mil treinta kilómetros de casa. Escribo como si se tratase de la última carta o la última bala en plena batalla, así que conviene usarla con destreza.
Aprovecho este momento de zozobra para reflexionar sobre los días pomposos y aquellos que quisiéramos que se borraran de nuestra memoria para siempre. A veces, querido lector, prometo no escribir sobre tristezas y melancolías, pero tengo ese ¿gravísimo defecto? de asomarme a esas arenas movedizas y terminar hundido. Adolfo Bioy Casares, decía que “La felicidad es escribir historias (…)” pero luego añadía lo siguiente, “Implica un considerable esfuerzo”. Bajo esa premisa, entonces, asumo la responsabilidad de escribir esta columna llena de mariposas y murciélagos.
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Todas las cosas que sucedieron en el 2023 revelaron que vivimos en una época sombría. Hemos comprobado que el mundo es ese animal “tierno”, mentiroso y difícil de domar. Por eso, en ILAD Media (Instituto de Libertad y Acción para el Desarrollo), se informa, se cuestiona, se desenmascara y se denuncia esa cosmovisión distorsionada que algunos tienen de la realidad. Todo esto bajo la dirección de Diego Acuña y el trabajo titánico de Camila Craig, Joaquín Vargas, María José de Piérola y muchos más que conforman el equipo. Desde su trinchera, se compromete con la batalla cultural.
Pero vamos, pongámonos serios, en la actualidad la cultura es exageradamente aburrida, ya que el debate se ha dejado de lado por culpa de esa fachada absurda de catalogar a todo como “discurso de odio”. Esto no es sino la evidencia de que la izquierda está dominando la cultura porque entiende que es un factor de poder; es decir, son los anteojos para ver la realidad. Entonces, es imperativo reaccionar y no quedarse de brazos cruzados, dejar de creer que la cultura es cuestión de hippies.
Mientras escribo esta columna compruebo que el cielo de Medellín está más azul que nunca; caigo en cuenta de que el tinto, que reposa a mi lado derecho, está servido hace cinco minutos. Hay cosas que, por muy banales que parezcan, merecen ser atendidas.
Adelante 2024, acá te esperamos.
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Escritor y profesor