El peligro de estar cuerda es uno de esos libros a los que uno se abraza; en especial quienes, en ocasiones, sufrimos el vértigo de querer entender las causas y mecanismos del trabajo creativo. Y, diría también, muy en especial quienes hemos convivido durante buena parte de nuestra vida con la certeza de que nuestras cabezas no funcionaban como las de la mayoría, que hay algo anormal en ellas.
A medio camino entre el ensayo y la prosa testimonial, el libro es una exploración científica de la mente creativa, lleno de datos reveladores. Este es uno de los que más me impactaron: el proceso de maduración implica la poda de un porcentaje importante de conexiones neuronales que son las responsables de que los niños tenga una imaginación tan desbordada. Solo un 20% nos libramos de aquella poda mental: las personas con trastornos mentales y quienes nos dedicamos a oficios creativos.
Para contarnos ello y más, Rosa se sirve de distintos artistas y sus respectivas experiencias vitales con el fin de ejemplificar cada uno de los aspectos y temas sobre los que la autora se ha cuestionado obsesivamente por años (como obsesivas son las mentes creativas, algo que en el libro queda clarísimo).
No obstante, la Rosa novelista no deja de hacerse presente, introduciendo una trama como sacada de un thriller: la aparición de una impostora que se hace pasar por la escritora y con cuya vida de ficción se entrecruza a lo largo de décadas. Un toque literario que dota de una mayor agilidad la experiencia de lectura.
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¿Pero cómo es que Rosa lo ha logrado un artefacto como este? No solo analizando a músicos, pintores y otros escritores. Sino también observándose y destirpándose a sí misma. Una indagación detectivesca que alcanza incluso su infancia, como la niña a la cual le aterraba morir envenenada por el cobre y que, a través del arte, ha logrado sobrevivir en el cuerpo de una adulta.
La creatividad nos salva, ha dicho Rosa en más de una entrevista. Pero no solo a quienes pueden disfrutar de la lectura de una novela maravillosa que les ayuda a entender un poco mejor el mundo, o a quienes encuentran en una sinfonía un método eficaz para apaciguar los torbellinos del alma. Sino también a las personas encargadas de producir estas piezas artísticas. Y esta es la parte dolorosa del libro: quizá, si muchos de los creadores reseñados en sus páginas lo hubieran tenido a la mano, no hubieran optado por el suicidio.
No me voy sin antes acotar lo siguiente: El peligro de estar cuerda lo escuché en audiolibro, narrado por la misma autora, precisamente. Se los recomiendo mucho, muchísimo. Hay una parte de mi conciencia que se sirve hasta ahora de la voz de Rosa Montero cada vez que me quiere dar un consejo, lo que los hace más difíciles de ignorar. Maravillosa forma de estar loco.
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