Desde los años 2000, muchas personas consideran que China podría convertirse en la siguiente gran potencia mundial, reemplazando el rol hegemónico que ha tenido Estados Unidos a lo largo del siglo XX, después de la culminación de la Segunda Guerra Mundial.
Esto se debe principalmente al rol que ha tenido China en el mundo desde que dejó de lado el sistema económico de Mao Zedong, permitiendo así el desarrollo de grandes industrias e innovaciones tecnológicas.
De esta manera, es común escuchar a muchos expertos en negocios recomendar a las personas a aprender chino mandarín, dado que ellos aseguran que este idioma será indispensable para poder ser exitoso comercialmente en el futuro.
En la actualidad, China es el principal socio comercial de nuestro país, sumando cerca de US$ 13.000 millones en inversiones a través de diversos proyectos de infraestructura, lo que incluyen el Mega puerto de Chancay, la consolidación de la mayoría del sector de electricidad en el Perú, con la empresa Southern Power Grid Co, y diversos proyectos mineros, encabezados por las empresas Shougang, China Minmetals, entre otras.
Así, una publicación del diario Gestión revela que en el año 2023 cerca del 30% del portafolio del sector minero correspondía a proyectos con inversión china, lo que sin duda remarca su rol primordial en la economía de nuestro país.
Es innegable que cuando un país se convierte en una superpotencia, esta empieza a exportar su propia cosmovisión, su cultura y sus valores a través del mundo, lo que puede terminar plasmándose en políticas públicas, leyes, y el refundamiento total de las bases constitucionales de un país.
¿Es acaso correcto que China presenta un futuro brillante para nuestro país y para el mundo?
Una reciente entrevista podría revelarnos que la respuesta a esta pregunta parece ser espeluznante.
Un medio francés publicó las declaraciones de Lin Junyue, el creador del infame sistema de crédito social chino, por el cual el Estado le brinda un puntaje a cada ciudadano para poder acceder a ciertos derechos.
Las palabras de Lin Junyue respecto al sistema de crédito social fueron las siguientes: “Es el mejor método para mantener a raya a esas personas molestas que no están de acuerdo con el gobierno… Espero que lo podamos exportar a los países capitalistas. Creo que Francia debería aplicar nuestro sistema, no tendrían tantas protestas en la calle».
Fuera de que estas declaraciones parecieran sacadas de una novela distópica de ciencia ficción, la realidad demuestra que el sistema de crédito social a un mecanismo bastante efectivo para poder someter por completo a una población civil.
Este sistema se basa en la constante supervigilancia digital de la población civil en todos los aspectos de su vida cotidiana, incluyendo si cruzan la calle cuando la luz está en rojo, si tiran basura al piso, si frecuentan personas indeseables, si pagan sus deudas a tiempo, si consumen mucho alcohol o tabaco, entre otros.
La misión final, sería recopilar data de manera digital para poder determinar quiénes son buenos y malos ciudadanos del régimen comunista a través de la tecnología, incluyendo las cámaras de la calle, y las interacciones de los celulares móviles y dispositivos domésticos de las personas.
Esto significa que una persona que es crítica al gobierno chino o que compra demasiados cigarrillos podría terminar siendo catalogada con un mal rating, por no ser considerado como un ciudadano ejemplar.
Las personas con un rating positivo reciben grandes beneficios del Estado, como descuentos y prioridad para recibir ciertos servicios públicos, como acceso a hospitales, puestos de trabajo, préstamos bancarios, etc., los que los coloca como ciudadanos de primera categoría.
Mientras tanto, aquellos que son sancionados con un rating bajo son tratados de manera bastante severa. Sus rostros, nombres y direcciones son televisadas en vivo por los canales del Estado para que toda la sociedad los humille.
Además, estas personas pierden ciertos derechos básicos, como la capacidad de poder comprar pasajes de avión o tren para poder desplazarte libremente por el territorio, fundar empresas, adquirir propiedades, sacar préstamos bancarios, entre otros.
Estos sistemas todavía están en una fase de prueba en algunas ciudades de China, sin embargo, su mera presencia ya presenta ser una cruda realidad que nos demostraría cómo podría ser un futuro donde el mundo quiera emular a este país.
¿En verdad queremos un sistema en el cual el Estado esté constantemente vigilando todas las decisiones cotidianas que tomamos en nuestras propias vidas, sancionándonos por mantener ciertas posturas políticas, por nuestros hábitos de consumo o por algún comentario que lancemos?
La cultura occidental se basa en la idea de que la libertad es un fin en sí mismo que es indispensable para poder garantizar que las personas puedan vivir de manera digna para poder plasmar su propio proyecto de vida.
El caso de China debe servir como un claro ejemplo de un país autoritario cuya forma de vida es completamente incompatible con un sistema donde impera el Estado de derecho y la dignidad de las personas en libertad como el fin de la sociedad.
Este sistema de créditos sociales debe servir como una clara advertencia para nuestro país, de que el ascenso de China como una potencia económica en el mundo, podría traer un claro detrimento de nuestras libertades sociales básicas, como la capacidad de poder vivir sin que el gobierno quiera dictaminar que hacemos en el día a día.
Estamos avisados.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad.
Síguenos en nuestras redes sociales: bit.ly/3IsMwd8[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Abogado