El sumo pontífice Pío XI, publicó en 1929, la carta encíclica Divini illius magistri (Aquél divino maestro), valioso documento que trata sobre la educación de la juventud. Aquella monumental obra del pensamiento sigue brillando tanto por la perennidad de sus enseñanzas como por la belleza de su estilo. Dice el papa, citando un fragmento de una homilía de san Basilio, dirigida a los jóvenes: “Hay que seguir el ejemplo de las abejas, las cuales toman la parte más pura de las flores y dejan el resto”. Sublime razonamiento que nos orienta de manera decisiva para pensar y obrar con acierto.
Nuestras sociedades contemporáneas se distinguen por ofrecernos numerosas tendencias sociales, incontables ideologías e infinitas novedades, y ante tan estimulante y exigente escenario, se convierte en un principio no negociable, la obligación de distinguir entre perniciosas doctrinas y buenas corrientes de pensamiento. Debemos descubrir la fealdad del vicio y la belleza de la virtud de las cosas, y no someternos sin criterio a cualquier ideología dominante.
En junio de 2023, el profesor argentino Sebastián Porrini, introdujo en una conferencia dictada en la Cámara de Diputados de México, una luminosa observación: “Hay que aprender a cribar”, refiriéndose a la facultad que tiene nuestro entendimiento para separar, filtrar, seleccionar, retener y expeler lo que más convenga a la salud de nuestra inteligencia y de nuestra alma. Hay una gran probabilidad de que el término “crítica”, provenga etimológicamente de “cribar”. ¿Qué es la criba? Es un utensilio esférico que se emplea para “cribar”, es decir, para limpiar el grano, del polvo, tierra, neguilla o demás impurezas. Para afirmar nuestra posición, recordemos una las acepciones de “cribar”: “Seleccionar lo que es bueno, útil o importante entre otras cosas que lo son menos”.
Entonces, partiendo de esta verosímil relación etimológica entre “crítica y cribar”, sostengo que: Sin haber utilizado primero la criba (instrumento esencial al momento de depurar y apartar impurezas, cuyo multisecular uso en la agricultura, nos sirve de enseñanza para un recto proceder), y sin haber juzgado reposadamente las infinitas tendencias culturales que ofrece el mundo actual, aumentan las posibilidades de imbuirnos de nocivas doctrinas, infectar gravemente nuestras inteligencias y corrompernos miserablemente. Me parece que, atendiendo a tan saludables consejos, nos acercamos a la mejor manera de obrar con criterio.

Lic. en Ciencia Política