El pasado 09 y 10 de septiembre se celebró en India la 18ª Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del G20, en la cual se trató la Guerra Rusia – Ucrania, los objetivos de desarrollo sostenible, el medio ambiente, la transición digital y la igualdad de género en función al lema “una tierra, una familia, un futuro”. Donde el aspecto más resaltante de la Cumbre se basó en el interés norteamericano por ser partícipe en los asuntos que competen a la región de Medio Oriente, siendo una muestra de ello el acuerdo de infraestructura entre esta nación, India, Arabia Saudita y la Unión Europea.
Este acuerdo ferroviario y portuario permitirá que Medio Oriente desempeñe un rol fundamental en el comercio mundial; además, es oportuno para la política de Biden, puesto que este busca contrarrestar el impulso de la iniciativa de la Franja y la Ruta china, presentando a EE.UU. como un socio e inversor alterno para los países en desarrollo en el G20. De este modo, el objetivo central es unir a los países de Medio Oriente mediante vías ferroviarias y conectarlos con la India por puerto, ayudando así al flujo de energía y comercio desde el Golfo a Europa, reduciendo a gran medida los tiempos de envío como los costos y el uso de combustible.
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No obstante, uno de los puntos más relevantes con la firma de este acuerdo parte de la intención estadounidense por un acuerdo diplomático más amplio en la región que presione a Arabia Saudita a reconocer a Israel. Frente a esto, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, ha reconocido su interés por normalizar las relaciones entre su nación e Israel, a partir de los avances obtenidos entre esta última y los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos. Donde este posible reconocimiento histórico parte de la condición Palestina, que implica en el establecimiento de los palestinos y, asimismo, en conseguir que Israel sea un actor en Medio Oriente a través de la diversificación de su economía.
Arabia Saudita se ve próxima a lograr un acuerdo con Israel, el cual surge también desde una negociación entre Riad y Washington, donde el reconocimiento del Estado judío supone un pacto de defensa con Estados Unidos y apoyo en el desarrollo de un programa nuclear civil. El reino saudí asegura que este programa nuclear es civil y que están dirigidos a la obtención de electricidad por medio de energía nuclear, con el propósito de disminuir la dependencia del petróleo en la producción de la energía. Sin embargo, existe la posibilidad de que Arabia Saudita decida aliarse con China para el desarrollo y producción de misiles balísticos, mostrándose ajeno al Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT).
En ese contexto, la Cumbre del G20 en Nueva Delhi ha permitido a la comunidad internacional velar por el desarrollo de los Estados en crecimiento, habiendo un mayor interés dentro de la región de Medio Oriente, donde las tensiones globales actuales han obligado a la política de Biden a buscar nuevos aliados y extender su influencia en esta región caracterizada por la presencia de múltiples conflictos armados y la iniciativa de proyectos nucleares que amenazan la paz mundial. Es así, que la estrategia norteamericana parte de la intención por mantener a Arabia Saudita de su lado ante el constante crecimiento de Pekín y sus relaciones con esta parte del mundo, además la cuestión israelí significaría un desarrollo comercial que beneficie a múltiples actores, siendo también un método para persuadir los intereses de Rusia y China en Oriente.
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Estudiante de relaciones internacionales