Desde hace más de un año, varios hablan de “régimen cívico-congresal”, “dictadura congresal”, “dictadura de Dina Boluarte” y “usurpadora”. Sin embargo, al margen de que guste o no la jefa de Estado, y al margen de la impopularidad del Congreso, ¿el Perú vive bajo un régimen antidemocrático? ¿Sufrimos la opresión de una dictadura? ¿Es serio hablar de dictadura en el Perú?
Antes que nada, ¿qué es una dictadura? En términos generales, una dictadura es un régimen contrario a la democracia y al Estado de derecho, en donde el poder se encuentra concentrado en una persona, o en un grupo de personas, esto es, en una camarilla, como por ejemplo una junta militar.
Ahora bien, no se puede entender qué es una dictadura, si previamente no se sabe qué es la democracia y el Estado de derecho, lo que explicaría la confusión de muchos. Existen varios conceptos de democracia, algunos de los cuales incluso se manifiestan como sistemas dictatoriales, como las denominadas “democracia populares o democráticas”, nombre adoptado por las dictaduras comunistas, o la “democracia orgánica” de la dictadura del general Franco.
Teniendo presente esto, el concepto moderno de democracia, y el que es contrario a la dictadura, se llama democracia liberal o democracia representativa, y se basa en el reconocimiento de los derechos fundamentales y los límites al poder político. El respeto de las normas orientadas a preservar este orden se denomina Estado de derecho.
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Las dictaduras generalmente se establecen de dos formas. En primer lugar, en razón del origen del régimen, es decir, accediendo de manera ilegal al poder. Tal es el caso de las dictaduras establecidas mediante golpes de Estado. En segundo lugar, en razón del ejercicio del poder, es decir, cuando se llega al poder de manera legal, pero luego se quiebra el Estado de derecho y se impone un régimen antidemocrático. Este sería el caso de Adolf Hitler, quien se valió de los mecanismos constitucionales de la República de Weimar para llegar al poder e imponer un totalitarismo. Tal sería también el caso de la dictadura chavista, que llegó legalmente al poder de la mano de Hugo Chávez en 1999, para luego imponer la fuerza militar y, mediante sucesivos referéndums, el actual régimen antidemocrático venezolano.
Las dictaduras son la antítesis de la democracia representativa, y como tales son regímenes en los que no hay separación de poderes, ni alternancia en el poder, ni transparencia de los actos de gobierno, ni garantías constitucionales. Se caracterizan por eliminar diversas libertades civiles y políticas, como la libertad de expresión, la libertad de prensa, la inviolabilidad del domicilio, el secreto de las comunicaciones, la libertad de reunión, la presunción de inocencia, entre otras.
Las dictaduras también se caracterizan por encarcelar, deportar y hasta asesinar a sus opositores y disidentes. Existen distintos grados y denominaciones para designar a las dictaduras. Se habla, por ejemplo, de dictablandas, regímenes cívico militares, “autoritarismos competitivos”, y también de totalitarismo, el máximo grado de dictadura, regímenes que asesinan y reprimen sistemáticamente a sus opositores, caracterizados por el culto a la personalidad del dictador y por el adoctrinamiento de toda la población. Ejemplos de totalitarismos son la Alemania nazi, la Unión Soviética en tiempos de Stalin y actualmente Corea del Norte, en donde incluso existe un determinado número de peinados permitidos por el régimen. En este punto, toca preguntar: ¿cuántos presos políticos y deportados tiene “la dictadura” de Dina Boluarte?
Teniendo presente lo anterior, ¿es correcto hablar tan a la ligera de una dictadura en el Perú? Quienes lamentablemente murieron en el contexto de los disturbios de hace meses, ¿murieron por decisión política del gobierno, como en las dictaduras de Pinochet, en Chile, o Videla, en Argentina, verdaderos regímenes “cívico militares”?
Acá las expresiones “asesinato”, más aún, “asesinato de líderes sociales”, y “ejecuciones extrajudiciales”, juegan un rol determinante en el relato de la izquierda progresista, porque implican dolo, es decir, intención, con lo que se inserta la idea de “la orden de matar” dada directamente por la jefa de Estado, algo propio de las dictaduras. Además, se habla de “usurpación del poder”, omitiéndose o ignorándose una realidad: que Boluarte accedió a la presidencia por sucesión constitucional, probablemente gracias a los votos de los que más odian hoy en día.
Por otra parte, los acuerdos entre bancadas en el Congreso, aunque impopulares y discutibles políticamente, ¿implican una “dictadura congresal”? Este es un término absurdo, porque la dictadura implica la concentración del poder en una sola persona o en un solo grupo de personas, no un acuerdo adoptado dentro de los marcos de la Constitución por varios grupos electos democráticamente.
Pero nada de esto importa a los promotores de discursos desconectados de la realidad. Quienes prefieren relativizar o redefinir conceptos para confundir a la población de acuerdo a sus sentimientos, afinidades o intereses políticos. Y la realidad es que, en buena medida, estos discursos provienen de un sector político que se ha visto cada vez más desplazado de espacios en el Estado, la llamada izquierda caviar, que lejos de reconocer como algo legítimo que otros ingresen a los distintos organismos del Estado, ahora hablan de “copamiento” y “captura” de las instituciones.
Son tan democráticos que apoyaron a Pedro Castillo y dijeron “terruqueo” cuando éste metía gente vinculada a Sendero Luminoso, o directamente del Movadef, a Palacio de Gobierno. Y ahora, cuando van perdiendo influencia en el Estado, se escandalizan y hasta hablan de dictadura torciendo conceptos. ¡Así son!
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Abogado