Vuelvo a Isaiah Berlín para subrayar que la libertad negativa es estar libre de coerción externa. Para un sector de constitucionalistas no hay incompatibilidad entre el derecho individual y la estructura colectiva. Para poner un ejemplo, tres cuartas partes de la población votan por un líder totalitario que amenaza con liquidar la democracia y si los resultados lo favorecen será una victoria democrática, la “voz de Dios”, un triunfo tan legítimo que los órganos electorales acatarán la decisión de la masa.
Unos meses más tarde, la democracia excesiva dará paso a una tiranía advertida. La libertad individual, la propiedad privada, el derecho a la vida se difuminarán frente a la necesidad del gobernante… también el derecho a elegir.
Nozick se refiere al derecho a perseguir los propios fines, entiende el paso del estado de la naturaleza al Estado mínimo, dándole a este la categoría de protector de los derechos individuales. En la concepción de Jefferson y Franklin, el marco institucional de una sociedad libre es el derecho a construir y perseguir los propios proyectos de vida, tanto que la voluntad mayoritaria tiene límites, como el Leviatán de Hobbes, este no es menos preferible al competitivo lobo humano, homo homini lupus.
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Los derechos humanos tienen prevalencia y rango constitucional, son fundamentales en la estructura política y en los alcances de las decisiones de la mayoría, aún las plebiscitarias. Tanto como el gran Estado, la democracia deliberativa (Habermas) tiende a ser perniciosas sin un límite legal. ¿Puede la democracia sin parámetros afectar los derechos fundamentales? ¿Puede el alcance colectivo de la democracia aplastar la libertad de los individuos? Sí, incluso la de aquellos que votaron por el tirano.
Un marxista que ha dejado atrás la estrategia de la lucha armada, se valdrá de las fragilidades de la democracia electoral “burguesa” para ubicarse en el poder. Muchos decían que el poder de Hugo Chávez residía en la voluntad mayoritaria y, por fin, decían que el régimen era democrático. Es usual que el voto sea usado como factor legitimador, quebrando todos los patrones conceptuales del derecho constitucional.
Pedro Castillo logró la presidencia pese al ideario totalitario de Perú Libre y con abundante referencia de su vinculación con Sendero Luminoso. Un público supuestamente bien informado votó por él y de haber prosperado su golpe del 7 de diciembre, la de Castillo sería una dictadura lumpenesca y atroz, que también hubiera confiscado y “esclavizado” a aquellos que votaron por él… “todo en nombre de la democracia”.
Sin un filtro constitucional la democracia boba se torna en peligrosa, pero los peruanos solemos caminar al abismo hasta que median tres pasos y ya no se puede volver. Con treinta candidatos y algunos extremistas, ese es el hoyo que se abre a nuestros ojos.
En ILAD defendemos la democracia, la economía de mercado y los valores de la libertad.
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Abogado y escritor