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Turquía:  Erdoğan y su doble moral en el conflicto de Israel – Hamás | Opinión

Es alarmante que a pesar de los acontecimientos ocurridos el pasado 7 de octubre, cuando Hamás, en un ataque cobarde, atentó contra la población civil israelí, existan líderes y Estados que defiendan o justifiquen el terrorismo de esta organización bajo el discurso de libertad. En este caso, en particular, presentamos las declaraciones del presidente “eterno” de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien en un discurso contradictorio a su política antiterrorista defendió a Hamás, organización reconocida internacionalmente como terrorista, siendo para él “un grupo de luchadores por la liberación”.

Las declaraciones del presidente turco se entienden desde el autoritarismo, populismo e islamismo que caracteriza su gobierno, rodeado de abusos y relaciones con Estados envueltos en violaciones de derechos humanos como lo es Catar y Rusia.

Erdoğan, quien se mantiene en la élite política turca desde 2003, es uno de líderes de la comunidad internacional con mayor doble moral, arremetiendo contra la legítima defensa de Israel después del ataque a su nación y recriminando a occidente de “echar leña al fuego” en la Guerra.

El accionar turco es contradictorio a sus relaciones, puesto que, a pesar de ser miembro de la OTAN, mantiene intereses ajenos al bloque, al contar con una alianza militar y nuclear con Rusia, demostrando que su política se desarrolla desde una teoría realista basada en la seguridad. Pese a esto, y a su movimiento contra el terrorismo en la región, ahora opta por defender a estas organizaciones.

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Para Estados Unidos y Occidente, Turquía significa oportunidad, puesto que es un actor clave en el comercio internacional gracias a su ubicación geográfica. Sin embargo, en cuanto al aspecto político, Turquía solo trae consigo trabas y controversia, siendo un ejemplo de ello, la obstaculización de este en la posible adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN, debido a que esta última fue acusada por Erdoğan de ser demasiado indulgente con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), y de albergar a personas relacionadas con un intento de golpe de Estado en Turquía en 2016.

Turquía es consciente del efecto que ocasiona al ser aliado de ambos bloques, uno de ellos liderado por Washington y, el otro, por Moscú. Haciendo notoria su inclinación por Rusia, a quien, a inicios de la guerra con Ucrania, se le concedió acceso a embarcaciones por el estrecho del Bósforo, a diferencia de algunos países miembros de la OTAN, en un intento por enviar portaviones al Mar Negro.

Asimismo, las decisiones políticas del presidente turco han comprometido el rol de mediador de su nación, habiendo intervenido militarmente en Siria y Libia, donde brindó asistencia a grupos rebeldes, haciendo parecer que Erdoğan es el único capaz de señalar si una agrupación es terrorista o si son “un grupo de luchadores en busca de libertad”. De modo, que nuevamente se encuentran contradicciones en el discurso de este contra Estados Unidos y Occidente por apoyar a Israel en la guerra contra Hamás.

Es así, que Turquía ha jugado en dos bandos, ejecutando los intereses norteamericanos, con la entrega de drones Bayraktar a Kiev en la guerra, pero a la vez siendo la vía principal de Moscú para evadir las sanciones occidentales. En consecuencia, no cabe duda que Turquia es clave para el equilibrio de poder entre Occidente y Rusia. No obstante, Occidente teme por la posible postura final que tome Turquía en un conflicto mayor, donde la lucha por el orden mundial pueda variar a favor del Kremlin y agotar las alternativas de respuesta a Biden, en lo que podría significar una derrota histórica.

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