Anteriormente, hemos podido abordar cómo el liberalismo es una doctrina o pensamiento de ser dueño de uno mismo, que gira en torno a tres grandes ejes, o luchas históricas que se desarrollaron a lo largo de la historia, el reconocimiento del individualismo como el fin supremo de la sociedad, el principio de no intervención como un ente rector de las democracias representativas modernas y finalmente el principio de no intervención en la economía, basándose en la teoría subjetiva del valor.
En síntesis, el liberalismo consiste en una doctrina que promulga la supremacía del individuo para dirigir su propia vida frente a las injerencias del Estado, la sociedad, colectivos, u otros individuos, dándole un especial énfasis a la protección, a la vida, a la propiedad y a las libertades personales.
¿Sin embargo, por qué es tan común escuchar a muchos politólogos y liberales querer pintar al liberalismo como una ideología de izquierda? ¿Acaso es cierto que el liberalismo en verdad es una ideología que pertenece al espectro político de la izquierda o el centro?
Para comenzar, el término liberal ha sido expropiado por la izquierda moderna en países como Estados Unidos, para intentar impulsar agendas colectivistas desde comienzos del siglo XX. Incluso en este país se distingue al liberalismo clásico, al que hacemos alusión nosotros, del llamado liberalismo social, que conforma el grueso del pensamiento del partido demócrata en la actualidad, que incluye medidas colectivistas y rompe el principio de no intervención al proponer un Estado de Bienestar que interviene activamente en la economía.
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Por ejemplo, Franklin D. Roosvelt, uno de los máximos referentes del partido demócrata, señaló lo siguiente sobre el liberalismo en el año 41: “El partido liberal cree que, a medida que surgen nuevas condiciones y problemas, más allá del poder de hombres y mujeres para enfrentarlos como individuos, es deber del propio gobierno encontrar nuevos remedios para enfrentarlos. El partido liberal insiste en que el gobierno tiene el deber definido de utilizar todo su poder y recursos para enfrentar nuevos problemas sociales con nuevos controles sociales: asegurar a la persona promedio el derecho a su propia vida económica y política, a su libertad y a la búsqueda de su felicidad”.
Claramente, Franklin D. Roosvelt llevó a cabo un gobierno marcado por su intervención económica del mercado y por el crecimiento del gasto público y del tamaño total del Estado. Además, sus críticos solían acusarlo de ser un presidente populista que proponía medidas colectivistas de ayuda social, como el Social Security Act, Emergency Banking Act y amplios programas sociales para la clase obrera.
Mejor dicho, es necesario distinguir el liberalismo social, que se asemeja más al pensamiento de la social democracia, del liberalismo clásico, que como ya hemos señalado, serían ideologías completamente distintas, porque no comparten la idea de que el individuo es el fin supremo de la sociedad ni respetan el principio de no intervención en la economía.
Después, hay otras personas que presentan una definición histórica para intentar explicar porque el liberalismo en verdad sería de izquierda. De esta manera, alegan que la expresión izquierda se remonta a la Revolución Francesa, cuando aquellos que apoyaban al rey se sentaban a la derecha, mientras que los que apoyaban a la revolución se sentaban a la izquierda.
Según esta postura, ser de izquierda representa el intento de cambiar el statu quo, mientras que la derecha representa la protección y el mantenimiento del statu quo. Sin embargo, esta primera aproximación no es satisfactoria, dado que incluso bajo el contexto de la revolución francesa podemos ver que estar en contra del statu quo no es per se una verdadera ideología, motivo por el cual los revolucionarios terminaron enfrentados entre sí.
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Por este motivo, más importante que el hecho de que se busque cambiar la situación política de un país, es preguntarnos por qué sistema se quiere cambiar y cómo se quiere cambiar.
Por ejemplo, los jacobinos, que fueron la facción más representativa de la revolución francesa, proponían un sistema de gobierno basado en el colectivismo, mediante el cual se cambiaría el antiguo régimen de absolutismo monárquico por un sistema omnipotente de Estado popular republicano. Cambiar a un rey como tirano y reemplazarlo por el pueblo o la supuesta voluntad popular, concepto moldeado por Rousseau unos años antes.
Un ejemplo, claro que la izquierda revolucionaria sería completamente adversa a los valores liberales, sería ver cómo personajes como el Marqués de Lafayette, un liberal innegable, que peleó en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, y que fue formado ideológicamente por los padres fundadores de este país, terminó completamente enfrentado con los jacobinos, a quien acusaron de ser un enemigo de la voluntad del pueblo.
El problema con esta postura es pensar que ser de izquierda es sinónimo con ser revolucionario. Nadie niega que el liberalismo en su momento fue un movimiento revolucionario que fue impulsado por la masonería para derrocar a todas las monarquías en Europa. Sin embargo, sería completamente falaz afirmar que todos los movimientos revolucionarios comparten la misma ideología.
El más claro ejemplo sería los padres fundadores, quienes emprendieron una revolución contra la corona británica y fundaron uno de los países más libres, prósperos, capitalistas y democráticos de la historia de la humanidad, Estados Unidos, y que hasta hoy en día es considerado por la izquierda como su principal adversario geopolítico en el mundo.
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Además, en la actualidad el liberalismo ya no se encontraría inmerso en una etapa revolucionaria, dado que este fue exitoso en su misión de implantar el republicanismo democrático como el principal modelo político que gobierna en el mundo.
La verdad es que en la modernidad el liberalismo representa ser la antítesis completa de la izquierda marxista.
Para comenzar, la izquierda por naturaleza es colectivista y considera que el individuo es parte inseparable del grupo al que pertenece, incluso algunos niegan su existencia. Esto, claramente, es sostenido por Marx cuando afirma que siempre debe primar el interés del proletariado explotado como una unidad colectiva.
Después, la izquierda marxista no cree que la libertad negativa deba prevalecer sobre la libertad positiva, y considera que sí se justifica vulnerar la esfera personal de los ciudadanos para garantizar el bienestar del pueblo. Esto significa que el marxismo descarta por completo el principio de no intervención, dado que ellos creen que la finalidad del Estado es impulsar el bienestar del proletariado a toda costa para poder llegar a la etapa comunista.
Además, queda bastante claro que el marxismo descarta por completo la democracia republicana, dado que consideran que las elecciones libres y el imperio de la ley es servil a la manipulación de la clase burguesa y al gran capital. De esta manera, al considerar que las instituciones democráticas son corrompibles por el capitalismo, se llega a la conclusión de que la voluntad de la clase obrera debe ser impuesta a través de la fuerza.
Para finalizar, la principal premisa del marxismo se basa en la intervención y planificación total de la economía por parte del Estado, por lo que evidentemente no existe libertad económica en un modelo socialista. El marxismo incluso llega al nivel de querer prohibir que exista ningún tipo de empresa privada, que es exactamente lo que pasó en Cuba, donde por décadas los restaurantes privados estaban completamente proscritos.
Por estos motivos, consideramos completamente equivocada la idea de que el liberalismo sea considerado como una ideología de izquierda, socialdemócrata, centro, o centroizquierda. El liberalismo siempre ha sido claramente antagónico a la izquierda y repudiado por los miembros del llamado centro político.
En esencia, el liberalismo representa el principal opositor de la izquierda socialista y su más feroz adversario, por lo que en consecuencia sería más acertado clasificarlo dentro del espectro político de la derecha.
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