Opinión

Entre el gimnasio y el sofá: El dilema del cuerpo en la sociedad moderna

En la última década, el Perú ha experimentado un crecimiento significativo en la apertura de gimnasios, con más de 4,000 establecimientos en funcionamiento en 2024 y una comunidad de usuarios que supera los dos millones. A primera vista, este fenómeno parece reflejar un creciente interés por la salud y el bienestar. Sin embargo, este auge no solo responde al fomento de hábitos saludables, sino que también está vinculado a dinámicas psicológicas más complejas, como la atelofobia, el miedo irracional a la imperfección.

La idea de que el cuerpo siempre debe ser más fuerte, más delgado y más atractivo se ha arraigado profundamente en la sociedad contemporánea. La imperfección, en lugar de ser reconocida como una característica inherente a la condición humana, es cada vez más percibida como un defecto que debe ser corregido o eliminado. En este contexto, cabe preguntarse si la atelofobia y la obsesiva búsqueda de la perfección física no son síntomas de una sociedad que ha convertido el ideal estético en un mandato social.

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Si bien la cultura fitness promueve un estilo de vida saludable, su auge ha coincidido con una creciente presión social por alcanzar estándares físicos inalcanzables, impulsados en gran medida por las redes sociales y los medios de comunicación. La exposición constante a imágenes de cuerpos atléticos y «perfectos» en plataformas como Instagram y TikTok refuerza la idea de que el bienestar está condicionado por la estética más que por la salud en sí misma. Esta narrativa puede llevar a la normalización del sobreentrenamiento, la ansiedad por la imagen corporal y el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, como la vigorexia o la anorexia nerviosa.

Paralelamente, en el espectro opuesto, ha surgido un discurso que busca normalizar la obesidad. A pesar de que múltiples estudios han demostrado que esta condición está vinculada a enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y otros trastornos metabólicos, algunos sectores han promovido una narrativa según la cual se perciben estas advertencias médicas como una forma de discriminación. Así, se ha gestado un debate polarizante en el que la promoción de la salud puede ser tachada de «gordofobia», minimizando las implicaciones clínicas de la obesidad y obstaculizando estrategias de prevención.

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Por lo tanto, el auge de los gimnasios en el Perú no puede entenderse solo como una señal de mayor interés por la salud o el emprendimiento, sino también como un reflejo de una sociedad atrapada entre dos extremos: la obsesión por la perfección física y el rechazo a cualquier esfuerzo por mejorarla. Mientras unos se exigen constantemente alcanzar un cuerpo ideal en el gimnasio, otros optan por resistir cualquier presión, incluso si esto implica descuidar su bienestar físico. Esta tensión entre la disciplina extrema y la pasividad subraya la complejidad de los comportamientos sociales actuales.

Frente a esta dicotomía, es esencial promover una perspectiva equilibrada, donde la salud física y mental no sean opuestas, sino complementarias. El bienestar no debe definirse por estándares rígidos ni por su negación absoluta, sino como un proceso integral en el que el cuerpo y la mente coexistan en armonía.

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