Opinión

La USAID, financieros de la agenda progre en el Perú

Desde la llegada al Despacho Oval, el nuevo mandatario de los Estados Unidos, Donald Trump, y de la mano de Elon Musk, su ministro en el Departamento de “Eficiencia Gubernamental”, se destapó la caja de Pandora progre que representa la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional). Se descubrieron grandes “donaciones” del tesoro norteamericano a diversas entidades en todo el mundo con el objetivo de promover una agenda ideológica en la población. Uno de los países donde este fenómeno causó mayor impacto fue el Perú. Pero, ¿cómo se llegó a esto?

Para entender este fenómeno, debemos analizar cómo opera la USAID en países como el Perú. Aunque esta agencia se presenta como promotora del desarrollo y la estabilidad, ha sido señalada en varias ocasiones por financiar agendas políticas afines a sectores de izquierda.

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Dicha organización estatal ha sido la principal canalizadora de fondos destinados a ONG, medios de comunicación y grupos activistas con discursos ideológicos que buscan imponer su visión política en la sociedad. En el caso peruano, estos fondos han servido para fortalecer redes progresistas en la política, la cultura y el periodismo.

Recientemente, se dio a conocer un caso sumamente controversial: la financiación de un cómic transgénero con más de 32 mil dólares provenientes de los contribuyentes estadounidenses. Este proyecto fue impulsado bajo el argumento de la “inclusión” y la “diversidad”, pero se aleja de las necesidades urgentes del país, beneficiando únicamente a un sector minúsculo de la población. Esto forma parte de una estrategia para moldear narrativas culturales y políticas según intereses globalistas.

Asimismo, se ha detectado que la USAID ha invertido grandes sumas en medios de comunicación con una clara línea progresista. Uno de estos es el canal “La Encerrona”, desde donde se han promovido ataques contra políticos que rechazan la cultura “woke”, como el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, quien en reiteradas ocasiones ha sido blanco de críticas por parte de medios de comunicación de izquierda.

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Otro caso aún más sonado es el de la organización feminista Manuela Ramos, que fue denunciada por haber utilizado más de un millón de dólares donados por la USAID en pagos de personal y planillas, cuando el dinero estaba inicialmente destinado a proyectos de ayuda social para los sectores más vulnerables del país. En su declaración, el alcalde de Lima afirmó: “Estoy buscando la verdad sobre cómo se le ha robado al pueblo peruano los fondos que eran para ayuda social. Por ejemplo, Manuela Ramos, un caso concreto, le roba al pueblo más de un millón de dólares de los 1.4 millones que recibió”.

Cabe reiterar que este fenómeno no es exclusivo del Perú. Estrategias similares han sido implementadas en otros países vecinos, promoviendo narrativas progresistas y generando inestabilidad. Estas narrativas, además, van en contra de los valores tradicionales y las necesidades reales de la población.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿hasta qué punto un país debe permitir que agentes externos financien y moldeen su debate público? Si el desarrollo y el bienestar fueran realmente la prioridad, ¿por qué estos fondos no se han destinado a programas de educación, salud o seguridad ciudadana?

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