Política

La decadencia de Occidente

Spengler decía, en La decadencia de Occidente, que las civilizaciones son como los cuerpos vivos, nacen, crecen, se desarrollan y entran en declive para morir, pero no lo lamenta, es pesimista y niega la idea del progreso de la ilustración. Adelantó muy temprano que la civilización occidental estaba en agonía. No lo estaba aún, la moral y la religión eran salvaguardas de la cultura y cuando ambas son atacadas en su esencia, comienza el fin. Por desgracia es lo que vivimos y en el logro de consolidar la tradición es que liberales y conservadores coinciden.

Durante la violencia terrorista de los 80, hubo muchos religiosos católicos y protestantes tratando de detener a las hordas del mal. Muchos fueron martirizados. Incluso, viajaron al Perú para ofrendarse, como los sacerdotes polacos Miguel Tomaszek, Zbigniew Strzalkowski y Alessandro Dordi, que en 1991 fueron asesinados por Sendero Luminoso en Áncash, pero hubo otros más y templos atacados en Ayacucho, Puno, Junín, La libertad y otros. Muchos párrocos en el Ande trabajaron para trancarle el paso a los maoístas con mensajes de paz para la gente.

Estas líneas sirven para tratar de hacer entender al lector que no hay que ser un paleolibertario en la línea de Rothbard para dilucidar la importancia de la institucionalidad de la fe y de la ética de la libertad como contrapeso al terror. No obstante, no es suficiente. Los enemigos de la libertad cambian siempre de estrategia y una de ellas es atacar los cimientos culturales de una nación. 

La globalización fue un extraordinario ideal del comercio y el eje de un aprendizaje cultural que nos conecta como humanidad, pero derivó en el globalismo y en el resquebrajamiento de los valores de Occidente, dinamitados desde adentro… y recuérdese que el logro más moderno y actual de la civilización es la libertad.

Veintiocho millones de musulmanes en Europa, una migración sin control en el mundo, el relajamiento moral, la ideologización sexual del niño y el deterioro de las identidades nacionales, son la señal de que los pilares se resquebrajan y dan paso a cualquier cosa. Pensamos que la caída del muro de Berlín y los vientos de libertad celebrados por Fukuyama en los prósperos tiempos de Reagan y Thatcher eran el fin de la historia, pero la muerte de Occidente la vivimos hoy.

El reto libertario, liberal o paleolibertario (con sus componentes conservadores) o, como quieran llamarlo, es que la libertad impere siempre y no perderla en el camino de un mundo que se transforma para deconstruir nuestra historia.

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